Hay un viejo cuento que quería compartir hoy contigo ...


El carpintero que había llamado para que me ayudara a arreglar una vieja granja acababa de terminar un duro día, el primero de este nuevo trabajo.
Una rueda pinchada le había hecho perder una hora, su sierra eléctrica se había estropeado, unos listones de madera le habían desaparecido y, para colmo, su antiguo coche ahora se negaba a ponerse en marcha.

Decidí acompañarle a su casa y, mientras yo conducía él permanecía totalmente callado, sentado a mi lado.
Cuando llegamos, me invitó a entrar y que conociera a su familia.
Mientras íbamos caminando hacia la puerta de su casa, se paró brevemente delante de un pequeño árbol, tocando la punta de las ramas con sus manos.

Cuando abrió la puerta sufrió una increíble transformación.
Su cara morena se llenó de sonrisas mientras abrazaba a sus dos hijos y daba un beso a su mujer.
Un poco más tarde me acompañó hasta el coche.
Pasamos por el árbol y no pude evitar el preguntarle por lo que le había visto hacer antes.
“ Oh ! , éste es mi árbol de los problemas ”, contestó.
“ Sé que no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura, esos problemas no pertenecen ni a la casa, ni a mi mujer, ni a mis hijos.
Entonces lo que siempre hago es colgarlos del árbol antes de entrar en casa y recogerlos de nuevo por la mañana.
Y lo mejor es que cuando salgo por la mañana para recogerlos siempre me parece que hay muchos menos de los que dejé el día anterior ” .