Viernes 25 de Junio, 20:30 horas, aeropuerto de Barajas.
Ahí estaba yo, contento porque iba camino de Alicante, aunque con fiebre y unas anginas que parecían pelotas de tenis.
Mi vuelo tenía horario de salida previsto a las 22:45 horas.

Pero nada más dejar el coche en el parking y entrar en la T4 por la zona de salidas
me encontré con multitud de gente gritando, protestando, revolucionada, agresiva, ...
Motivo: más de la mitad de los vuelos de ese día cancelados o retrasados horas.

Referente al mío sólo ponía en pantallas: consulte con su compañía.
Eso hice, después de una cola que no avanzaba y de más de una hora de paciencia.
¿Que qué me dijeron?
"Está prevista la llegada del avión a las 02:00 horas de la noche, viene de Roma,
todavía no sabemos si saldrá para Alicante, pero tranquilo porque si finalmente
no sale, le cambiaremos el billete para otro día".

Igual pasaba con el de Victoria, cancelado.
Y con el de Menorca, hiper-retrasado.
O con el de Sevilla y Jerez, que no se sabía su salida.
Y a Bolonia, y con el de ...

Aún así la palabra más repetida por los auxiliares de tierra de Iberia era:
TRANQUILOS.
No quiero dejar aquí cuáles eran las palabras más repetidas por los pasajeros.

Todo esto sucedía, al parecer, porque en Francia e Italia estaban de huelga general
y los aparatos de Iberia no habían podido regresar a Madrid; al mismo tiempo
que habían tenido que retrasar muchos despegues y aterrizajes
por las tormentas de ese día.

En ese momento me pregunté:
¿Puedo hacer yo algo para cambiar esta situación?
¿Puedo hacer que el avión asignado a mi vuelo regrese, como por arte de magia,
de Roma y me lleve en hora a Alicante?
¿ Si me cabreo, me siento mal, pierdo la paciencia, me desespero,
me pongo a gritar y empiezo a maldecir, estaré mejor?
¿ Conseguiría así mi objetivo?
La respuesta es obvia: ¡NO!
Sin embargo, un alto porcentaje de pasajeros afectados
sólo se sentían bien si maldecían, echaban por sus bocas pestes, y se enfrentaban
a las personas de la compañía aérea que nos atendían en el mostrador.

Cuando no podemos cambiar la realidad, lo mejor es ACEPTARLA,
y a partir de ahí si que hay algo potente que podemos cambiar,
el cómo interpretar lo que nos está pasando,
el cómo vivirlo, el elegir cómo queremos reaccionar a lo que nos pasa.

Curiosamente ese mismo día, por la mañana, mi compañero de curso
en la Escuela Europea de Coaching , Enrique Benavides,
me había mandado un link con la regla
90/10 de S. Covey
La conocía, pero el me la trajo a la mente de nuevo.

Esta regla viene a decir que el 10 % de la vida está relacionado con lo que
realmente nos pasa, mientras que el 90 % está relacionado con el cómo
reaccionamos ante lo que nos pasa.
Aunque la realidad sea la misma, el elegir tu reacción hará que todo lo experimentes
de forma diferente.

En el aeropuerto, ese viernes noche, y cuando ya eran casi las 00:00 de un nuevo día,
me preguntaba cómo pasarían muchas de esas personas exaltadas el resto de la noche,
y el siguiente día recordándolo y el fin de semana...
La realidad era la misma para todos, pero la interpretación y reacción de esa realidad
haría que cada uno de nosotros viviese el momento y el resto de horas
de forma diferente.

Probablemente un hecho así haría que muchos de esos cientos de personas ya
no pudiesen tener el fin de semana que habían planificado, sólo por el hecho
de elegir una reacción no adecuada
ante una realidad imposible de controlar, ...de cambiar.

Llegué a Alicante a eso de las 04:00.
Casi vi amanecer, aunque la gran luna de las noches de San Juan
no abandonaba el horizonte, dentro del mar.
Un lujo porque normalmente a esas horas estoy en sueño profundo.
Además había podido acabar, con ese tiempo de espera en el aeropuerto,
un libro que llevaba a medias desde hace tiempo.
Lo peor: el dolor de mis anginas.

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Para ampliar te dejo aquí el ejemplo de Covey.

Estás desayunando con tu familia. Tu hija tira una taza de café y salpica tu camisa de trabajo.

¿Tienes tú control sobre lo que acaba de pasar?

Lo siguiente que suceda será determinado por tu reacción. Te enojas, gritas y retás severamente a tu hija. Ella comienza a llorar. Después, criticás a tu esposa por colocar la taza demasiado cerca de la orilla de la mesa. Y sigue una batalla verbal.

Vas a cambiarte la camisa. Cuando regresas, encuentras a tu hija demasiado ocupada llorando, terminándose el desayuno y preparándose para irse la escuela. Ella pierde el autobús escolar; tu esposa debe irse inmediatamente para el trabajo. Tienes que llevar a tu hija a la escuela.

Debido a que ya estás atrasado, conduces a mil por hora y después de un gran retraso y obtener una multa por exceso de velocidad llegas al colegio y tu hija se va sin saludarte. Después de llegar a la oficina tarde, te das cuenta que se te olvidó el maletín. Tu día empezó terrible. Y parece que se pondrá cada vez peor. Cuando llegas a tu casa encontrarás un pequeño distanciamiento en tu relación con tu esposa y tu hija.

¿Por qué?

Todo fue debido a la manera en que reaccionaste esa mañana.

¿Por qué tuviste un mal día?

A) El café lo causó

B) Tu hija lo causó

C) El policía lo causó

D) Tú lo causaste

La respuesta MÁS VÁLIDA es “D”. Ciertamente, tú no tenías control sobre lo que pasó con el café.Fue la forma en cómo reaccionaste esos 5 segundos lo que determinó el cauce de tu mal día.

Te presento otro escenario de lo que podía haber sucedido:

El café te salpica. Tú hija está a punto de llorar. Entonces cariñosamente le dices:

“no te preocupes mi vida, sólo necesitás tener más cuidado la próxima vez”.

Después de ponerte una camisa limpia y tomar tu portafolios, miras a través de la ventana y ves a tu hija tomando el autobús escolar. Ella te mira agradecida y te dice adiós con la mano.

¿Notas la diferencia? Dos escenarios diferentes. Ambos empezaron igual. Ambos terminaron diferente.

¿Por qué?

Porque realmente no tienes control sobre el 10% de lo que sucedió esa mañana.

Pero el otro 90% fue determinado por tu reacción.

Ahora ya conoces el Principio 90/10

¡¡ Aplicalo !!