Esta mañana la he pasado en la playa, leyendo, relajado...
Pero mi vecino de sombrilla se empeñaba, cada cierto tiempo,
de romper mi tranquilidad con su blackberry.
Maldito aparato que no dejaba de sonar.
Parecía que estuviera en la oficina. En una oficina diferente, pero en la oficina.
Hablaba de la misma forma que si tuviera delante de él una gran mesa de despacho
y muchas carpetas abiertas.
Nadie diría que ese señor estaba en uno de sus días, con seguridad merecidos,
de vacaciones veraniegas.

Lo peor fue cuando miré a mi alrededor y vi que no sólo se trataba de mi vecino
de sombrilla, sino que un gran numero de bañistas estaban pegados a su móvil,
metidos en conversaciones profesionales o personales que, al decir de sus caras,
transmitían estrés, preocupaciones, cosas sin resolver, citas no deseadas,
circunstancias adversas, ...

¿Somos tan felices con la vida que llevamos durante todo el año que ni en
los días de vacaciones de verano estamos dispuestos a desconectar?

Pasamos el invierno en un continuo atasco, y no me refiero sólo a ese
que cada mañana y tarde, a la ida y vuelta de la oficina, nos roba tiempo sin piedad,
(que es robarnos vida), para estar con nuestra familias o dedicados a esas
otras cosas que no son trabajar.
Vivimos también con un atasco en la oficina, rodeados de temas
que se acumulan en la agenda, con cientos de correos electrónicos diarios
que nos superan pendientes de ser contestados, con un móvil siempre cerca
abarrotado de llamadas, ...

¡ VIVIMOS ATASCADOS !

También vivimos atascados por el poder de las obligaciones y la mal entendida
responsabilidad, que nos machaca, entre otras cosas permitiéndonos trabajar
durante largos períodos de tiempo más de 12 horas diarias, a veces incluso
los fines de semana, o en el sofá al tiempo que vemos una película, sin disfrutarla,
o mientras hablamos con nuestra familia, aunque no les escuchemos.

Tengo amigos y compañeros de trabajo que les he visto cenar en su casa
con el móvil en la mesa. Y otros que practican un deporte y tienen cerca el móvil
por si entra algo importante.
¡Que pena!

Para estar más seguros además nos rodeamos de todo tipo de cachibaches
electrónicos que nos ayudan con nuestra gestión diaria.
¿Qué sería de mi sin mi iPhone?
Ahí llevo todo, ...se suele oír.

Atascados porque estamos en búsqueda continua de reconocimiento,
como la meta más importante que nos provocará bienes materiales,
que a su vez nos harán sentir mejor y tener más reconocimiento por los demás;
cerrando así un círculo fatal de angustia crónica.

¿No es una forma de estar ya muertos?

Y esta forma de vivir, hiper-aceptada, la trasladamos a nuestros hijos,
haciendo que su infancia sea frenética: del colegio a la clase de idiomas,
de ahí a la escuela de música.
Los martes y jueves a tenis y los sábados por la mañana a aprender informática.
¡Que agendas infantiles!
¿Y jugar por el placer de jugar para cuándo?

¿Para cuando llegue el verano?
¿Verano como en estos días de agosto?
¿Como lo que se puede ver en una playa cualquiera?

En verano cambiamos el atasco de la carretera camino de la oficina o la fábrica
por el atasco de sombrillas y griterio en la playa,
continuamos enganchados al móvil, y nos atoramos porque no nos da tiempo
a visitar todos los lugares planificados, o a cenar en todos los amigos
que hace tiempo no vemos, o a quedar con todos los vecinos
de la urbanización de veraneo, o a practicar ansiosamente el deporte
que el resto del año no hacemos, ...

Al final, parecería tratarse de querer mantener a flote nuestro nivel de estrés.
De no ser capaces de desconectarnos de nosotros mismos.
De perder el tiempo sólo por el hecho de perderlo.
¿Recuerdas los veranos de tu niñez?
Cuando las tardes eran tan largas, cuando
perder el tiempo era ganarlo de verdad.

Parecería que tenemos vocación de seres estresados, aún en vacaciones,
que no se permiten ni regalarse a si mismos un respiro,
no vaya a ser que disminuya el nivel de adrenalina en sangre
y nos acostumbremos a vivir con bajas dosis.

Se trata de un estilo de vida elegido por nosotros mismos,
producto de una aceleración continua, sin freno, ni siquiera en vacaciones.
No nos permitimos el lujo de parar para luego, el resto del año,
poder ir más deprisa.

Imagina que estuvieras ahora en tu lecho de muerte
y estuvieras haciendo balance de toda tu vida.
Cuál sería tu contestación ante las preguntas:
¿Qué ha sido importante para ti?
¿Qué ha merecido la pena?

Pues no esperes a que llegue ese momento.
Al menos no en estos días de vacaciones.
No hace falta que vivas como si cada día fuera el último,
es suficiente si lo vives como el día que es,
... y ahora es verano,
tiempo para no hacer, de relax merecido, de huir de lo cotidiano.

Apaga el teléfono que te conecta con el atasco.
¡ Desconéctate !
Disfruta mirando el mar si estás en la playa, de un buen libro, de una ola,
de una agradable conversación, de ...

Sólo está en ti SALIR DEL ATASCO