¿Y si, después de tanto buscarlo, el verdadero punto G estuviera en el cerebro?
¿Y si el placer por lo bello tiene que ver con un neurotransmisor: la dopamina?
Parece, según nos dicen numerosos estudios científicos, que así es.
La atracción que sienten los enamorados empieza a gestarse ya en vientre materno,
y tiene que ver con una belleza puramente biológica, relacionada con lo que
científicamente se ha denominado fluctuaciones asimétricas,
producto de múltiples mutaciones genéticas que se producen
durante el proceso de división celular en el desarrollo del embrión.
Las personas que han sufrido menos mutaciones genéticas provocadoras de
fluctuación asimétrica están más preparados para comunicar biológicamente
su simetría, indicando así al resto de individuos
que están cargados con un capital genético suficiente para desarrollarse, reproducirse y vivir.
Su metabolismo es más activo.
Son vistos por otros congeneres como BELLOS y ATRACTIVOS.
Tenemos un patrón IN-nato que nos hace que identifiquemos simetría con
lo que está bien hecho, con lo mejor y más deseable.
Hasta hace poco se pensaba que nuestra inclinación hacia lo bello respondía únicamente
al bagaje cultural de cada individuo.
Hoy sabemos que el cóctel de decisión está formado por más ingredientes.
Hay que añadir receptores sinápticos, hormonas, estimuladores cerebrales, endorfinas, ...
Entonces, ¿por qué me gusta ese lunar imperfecto que tiene ella en su cara?
¿O la nariz tan grande en su rostro tan armonioso?
La respuesta es sencilla: la ley biológica que rige la atracción es la misma.
Esa imperfección es percibida por nuestro cerebro
como un elemento provocador sorpresa que estimula la dopamina
y provoca un desencadenamiento de reacciones
y estimulaciones neuronales que lo hacen irresistible.
¡ Que importante es la sorpresa en la atracción !
De esto saben los expertos en Marketing y Comunicación.
Y lo utilizan en las campañas experienciales, cargadas de sorpresas emocionales
provocadoras de nuestra atención y atracción.
Hace unos años la revista Nature publicó un artículo del neurobiólogo Douglas Jones
en el que hacía referencia a este tipo de experiencias descritas en este post.
Demostraba que existían argumentos biólogicos detrás de la percepción de la belleza.
La respuesta esta en la asociación entre salud y belleza.
Una piel cuidada, un pelaje limpio, una mejilla sonrosada, un cuerpo sin grasa,
unos brazos fuertes, una musculatura de piernas potente, son síntomas de buena salud,
lo que indicaría que ese individuo está preparado para reproducirse.
El único interés de la biología:
Preservar la especie con individuos sanos y fértiles.
La capacidad de amar se construye silenciosamente entre los nueve meses de embarazo
y los dos primeros años de vida, dice Punset.
Es debido a que en esa etapa se modula el cerebro social y se establecen la formas
perceptivas emocionales que se relacionarán el resto de nuestra vida con lo bello.
Así que, llegados a este punto, he decidido dos cosas para esta tarde de verano:
hacer un poco de deporte e intentar preservar la especie.