Cada gota participa apagando el fuego.
Y son millones de ellas las que forman el océano.
Cada gota que damos y recibimos forma parte del amor que apaga el
fuego del "todo".

Cuenta una leyenda que en una ocasión se produjo un gran incendio
en un bosque de bambú.
El fuego formaba llamaradas impresionantes, de gran altura.

Una pequeña ave que allí habitaba fue al río cercano, mojó sus alas,
voló sobre el gran incendio y empezó a agitarlas para apagarlo.
Iba y venía del río al bosque una y otra vez haciendo lo mismo,
agitar las gotitas de agua de sus alas.

La gente se extrañaba al verla. No entendían lo que hacía.
¿Cómo una pequeña ave, con sólo unas gotitas de agua, quería apagar el tremendo
fuego que asolaba el bosque?

Incluso los dioses del fuego y la lluvia se quedaron sorprendidos.
Por lo que le llamaron y preguntaron:

" ¿Por qué haces esto?
¿Crees que con unas pocas gotas conseguirás apagar el fuego?
No podrás lograrlo".

La pequeña ave, muy humilde, contestó:

"Nací en este bosque. Es mi vida. Es mi amor.
Me ha enseñado mi naturaleza y me ha dado todo mi ser.
Es mi origen y mi hogar.
Y voy a morir lanzando gotitas de amor aunque no pueda apagar el incendio".

Al escucharla los dioses entendieron por qué lo estaba haciendo.
Se sintieron felices y provocaron un gran lluvia que apagó el fuego.

Así es en nuestra vida. ¿No lo crees?
¿Por qué subestimamos las pequeñas gotitas?

No son en el amor estas gotitas, quizás, las más importante
que forman parte de la ternura.
Son la que apagan el fuego y provocan la gran lluvia.

Mejor si no quitamos importancia a las pequeñas gotitas,
aunque parezcan cotidianas, porque son las que provocan
el mejor beso a destiempo, esa mirada misteriosa, la palabra que deja huella,
el abrazo no esperado, la gotita de un te quiero, ...

¡ La importancia de lo pequeño !