Martin Seligman llamó “primer escalón de la felicidad
a la vida placentera que se obtiene del

disfrute de lo simple

Fundamental lo simple como estado base para encontrar una vida con sentido,
para lograr vivir con un propósito superior, espiritual, transcendente,
con actitud de servicio, más consciente y eligiendo ser feliz.

Lo simple se asienta en la vida sencilla, en la pureza de ser, de contemplar, de sentir,
de amar, de respirar, de ...
Ser simple, paradójicamente, consiste en desprenderte de lo superfluo y dar
importancia a lo que verdaderamente te hace estar vivo, a los momentos únicos,
al instante irrepetible.

Recuperar lo sencillo requiere de un ejercicio de observación constante,
de reconocimiento consciente, de aceptación de los propios límites,
de soltar lastre, de desprendernos de todo aquello que venimos cargando
producto de la educación no necesaria, de la cultura mal entendida,
del pasado viejo que se construyó desde las experiencias hoy invalidas,
de las creencias limitantes, de los prejuicios absurdos, ...

La simplicidad se cultiva de curiosidad, de una mirada dulce de la realidad,
de la calma, de la interpretación básica de las cosas, de los hechos,
de la atención en el lenguaje que usas, de la búsqueda continúa de la coherencia.

Cultivar la sencillez como una actitud ante la vida
me lleva a mirar de otra manera lo que me rodea,
a relacionarme de forma diferente con lo cotidiano:

con el rayo de sol en una tarde casi de primavera,
con las burbujas frías que recorren la copa,
con la mirada complice de sus ojos,
con el abrazo de despedida,
con el tacto de su piel,
con la paz interior,
con lo simple