Hace unos 20 años un psiquiatra japonés que vivía en Paris,
el profesor Hiroaki Ota, identificó un raro trastorno emocional al que llamó
el síndrome de Paris.
También conocido como síndrome de las expectativas.

Es un raro efecto que se producía en los visitantes japoneses que viajaban a Paris.
En su país, cuando soñaban con Paris, se creaban una visión idealizada de la ciudad,
pero al llegar y toparse con la realidad, se encontraban con una ciudad que no cubría
las expectativas que ellos mismos habían imaginado.
Se enfrentaban al exceso de tráfico, a largas colas para entrar en sus museos,
a restaurantes que no daban esa comida tan chic francesa
pero sí a un precio exagerado, a pintores en Montmartre que para nada se parecían a
Picasso, Toulouse Lautrec, Degas, Monet, Renoir, Ducreaux, ...
Es decir una realidad que para nada cubrían lo que antes habían imaginado, esperado.

Según Hiroaki, los turistas japoneses entraban en crisis de tristeza, ansiedad, miedo, frustración, sensación de observación desmedida.
Incluso algunos intentos de suicidio.
Es tan cierto, que desde entonces, la embajada japonesa en Paris tiene un teléfono
que funciona las 24 horas del día para atender a los turistas que sufren este
choque cultural severo.

Todo por una cuestión de expectativas

Expectativa, que viene del latín "expectatum" y que significa
lo visto con anterioridad.
Visto,¿dónde?
¿En la mente?

La expectativa está asociada a la posibilidad razonable que nosotros mismos nos
creamos de que algo suceda.
Y, por definición relacionada con la incertidumbre.
Incierta porque no se sabe si se cumplirá, porque si fuera real ya no sería expectativa.
Puede que suceda, puede que no...
Necesaria para predecir, para prever, para imaginar, ...

Si lo que sucede es tal como se esperaba, todo está bajo control.
Si lo que sucede está muy por debajo de lo esperado, lo que se siente es decepción.
Si lo que sucede está por encima de lo esperado, se produce sorpresa.

Que importante la gestión de las expectativas, tanto para la relación con los demás,
como para el diálogo interior con uno mismo.
Depende de cómo las gestionemos son motor o freno de la felicidad.
De hecho, ¿no es la felicidad una cuestión de expectativas?
¿No vive realmente la felicidad en la antesala de la felicidad?
Es decir, no se vive más la felicidad en el pensamiento, en la idea,
antes de que un hecho se produzca.

La expectativa y la realidad viajan de la mano.
Una detrás de la otra. Y en ese orden.
Primero viaja la expectativa, ...le sigue la realidad.
Que importancia tiene la primera para la percepción y resolución de la segunda.

Las expectativas son suposiciones centradas en el futuro que se viven en el presente.
La realidad vive en el ahora. Y se compara con el pasado, con la expectativa.

La expectativa tiene dos caras posibles, o al menos dos:
el lado placentero producido por las expectativas positivas del futuro,
deseosas de que ocurran, de que se hagan realidad cuanto antes.
Y su lado negro, donde la expectativa es no deseada.

También dos reacciones: la satisfacción, cuando la realidad y lo esperado coinciden
de forma positiva. O la frustración, cuando no es así.
Esta última sufren con frecuencia los turistas japoneses cuando viajan a Paris.

Y a ti,
¿te pasa lo mismo que a los turistas japoneses,
cuando viajas con la mente en una dirección
y vives con la realidad en otra?

Gracias a las expectativas la vida se puede imaginar, que es otra forma de vivirla, podemos fantasear, ambicionar con sentido común, sabiendo lo que podemos alcanzar, lo que está en nuestra mano y lo que nos queda lejos.
Se trataría de intentar conducir nosotros a ellas y no al revés...
Es decir de no ser espectadores

Espectador es una palabra que parece tener un origen común con esperar.
¡Pero no es así!
El espectador no lucha por convertir sus expectativas en realidad.
Espectador es una persona que presencia pasivamente. Sin hacer.
Por lo que tener expectativas nunca debería convertirse en sentarse a esperar
que suceda, sino más bien ponerte a convertir el sueño en realidad.
Bajo este concepto el que lucha para hacer que se cumplan sus expectativas
no es espectador es actor.

YO NO PIENSO ESPERAR,
y tú?