El término humildad viene del latín humilitas que se traduce como "bajo la tierra”. 
El origen es porque se pensaba que las emociones y los deseos se originaban bajo la tierra.
Más tarde se le dio la acepción de “persona modesta”.
Por otra parte, se entiende como humilde a la persona que siempre
está dispuesta a aprender, abierta a cambiar de idea, a estudiar una nueva opción, 
a explorarla, a valorarla, a no querer tener siempre razón, ...


Los grandes personajes de la historia, los de verdad, eran todos humildes.
Pero pienso igual de esos otros personajes menos conocidos
los que viven a nuestro alrededor, los amigos, familiares, socios, compañeros de trabajo, ...


Miguel de Cervantes, en su diálogo de “Los Perros” decía que


la humildad 
es la base y fundamento 
de todas las virtudes, 
sin ella no hay ninguna otra que lo sea”

Lo tenía muy claro Cervantes: si no eres humilde, da igual lo que seas.
La humildad enriquece al resto de la personalidad.
Sin ella estás perdido. 


Las personas humildes son sencillas, modestas, valoran lo simple 
por muy grandes que sean en su conjunto o destaquen en cualquier virtud o campo, 
del saber o del hacer.


A los humildes los ojos le brillan de forma diferente. Los tienen limpios.
A los pedantes, nada modestos, amigos y perseguidores sobretodo del reconocimiento público, los ojos están inyectados en sangre.
Se hinchan de orgullo y miran para otro lado, por encima del hombro. 
En su poca modestia y en la mirada esconden su propia inseguridad.
Desprecian a los demás, viven buscando la paja del ojo ajeno 
y creen disponer de la verdad absoluta.
Estiman la crítica sin sentido, malefica, con el único objetivo de herir 
y de afirmarse ellos mismos.
Se creen perfectos. Omnipotentes y omnipresentes.
Viven para ser observados, sin darse cuenta que nadie les ve.
Ponen su realidad en el escaparate.
Estos no son grandes.
No tienen mucho que decir.


Y de estos hay muchos. ¡Abundan!
Los encontrarás más cerca de ti de lo que puedas imaginar.
Se te cruzarán en el metro, en la Universidad, en la Empresa, 
darán conferencias y discursos, aparecerán en los medios, 
escribirán sobre lo que ellos mismos no hacen, ...
Hay que huir de ellos; de estos pequeños que se creen gigantes. 


En el otro lado, en el de la HUMILDAD,
están los más grandes, personas muy cercanas por mucho que sean auténticos sabios. Sencillos en todas sus formas, expresiones, acciones.
Se dejan ver, tocar, escuchan, miran con paciencia.


La humildad además nos hace conscientes de las cosas buenas que tenemos, de lo que nos destaca, de lo que nos hace mejores.
Nos aleja de la envidia.
Quienes aprenden realmente a ser humildes viven una vida más feliz. 
Están en armonía con ellos mismos. Se valoran mejor, y con ello, 
aumentan su propia autoestima.
Y también por ello saben admirar a los demás. 


Con la humildad se admiten las equivocaciones, los errores, se aprende de ellos... 
La humildad te ayuda a entender que estamos en un estado continuo de aprendizaje, 
de crecimiento.
Los humildes aceptan mejor el feedback negativo, la crítica orientada a la mejora, 
saben que ello le permite mejorar, mostrar nuevas caras. 
Y por si fuera poco, las personas humildes son más serenas, tranquilas, 
más pacientes con ellos mismos y con los otros.
Saben perdonar. 
Pierden conscientemente el derecho auto-adquirido a tener siempre razón.


La humildad 
te ayuda a entender 
que todo en al vida 
es un regalo