Las fobias son un trastorno emocional que aparecen 
como respuesta a un miedo intenso y desproporcionado a algo, 
sea ante un objeto o una situación.
Son miedos que carecen de sentido. Tóxicos!
Afectan a 1 persona de cada 20 en todo el mundo.


Las hay muy conocidas, como la claustrofobia porque todas las personas la “sufen” 
en mayor o menor intensidad  en algún momento a lo largo de su vida. 
Cuando se te ha parado el ascensor alguna vez entre pisos sólo unos minutos pero te parece ese instante como infinito y que nunca saldrás de ahí. 
Cuando empieza a faltar, aunque no sea cierto, el aire que respiras.
También cuando viajas en avión y el viaje es demasiado largo; 
aunque este tipo de fobia tiene su propio nombre: aerofobia.


Hay otras fobias mucho más raras, desconocidas por la mayoría, 
que parecerían ridículas,
pero muy dañinas e invalidantes para las personas que las sufren.


Imagina la Caliginefobia, o fobia a las personas hermosas.
Raro, ¿no?
También existe su contraria, la cacofobia o miedo a lo feo.
Y la japanofobia o miedo al Japón. La talasofobia o miedo al mar.
O la Alliumfobia, que es el miedo a los ajos.
La Quifofobia, que es el miedo a agacharse. Y la melisofobia o miedo a las abejas. 
La Uranofobia o miedo al paraíso.Y la Xirofobia o miedo a una navaja. 
Mucho más moderna es la nomofobia, miedo a estar sin el móvil.
Así cientos...


De todas estas fobias raras, en mi opinión sólo una de ellas es las 
más preocupante:


la FRONEMOFOBIA


... que consiste en tener miedo a pensar por sí mismo.
¡Abunda! Más de lo que nos imaginamos.
Sólo hace falta echar un vistazo a nuestro alrededor.
El problema que suele tener esta fobia es que muchos de los que 
la padecen, no patológicamente, no son conscientes 
de que están sometidos a ella. 
Viven de espaldas a ella. Sin importarles.


Al practicar la fronemofobia
dejamos nuestras ideas en mano de los demás. 
Nos abandonamos al destino que otros marcan, al ritmo de otro “tambor”.
Apagamos la creatividad, la capacidad de producir contenidos mentales. 


Pero lo curioso es el origen de esta fobia.
Viene del primer relato de la Biblia, del relato del Génesis,
donde Eva hizo comer de aquel árbol a Adán.
Dice así:


“...en ese momento la mujer pensó por si misma,
y vio que el árbol era bueno para comer
agradable a la vista y tentador para adquirir el entendimiento.
Tomó su fruto y lo comió.
También se lo dio a él para que comiera.
Entonces sus ojos se abrieron,
se dieron cuenta de que estaban desnudos,
se taparon con hojas de higo...
Eva, motivada por la serpiente, 
se atrevió a pensar por si misma
se olvidó de lo que Yahvé le había dicho y por pensar 
y no obedecer ciegamente lo mandado
fue arrojada del paraíso junto a Adán.

Eso por pensar !!!
Ya desde nuestros primeros padres se lamentaron de haber pensado.

¿No es el miedo a pensar un miedo a ser libre?
Y es que pensar con la cabeza de otros no es pensar. 
Y quizás tampoco sea verdad la famosa cita de Descartes:

“pienso, luego existo”

porque hay gente que existe y no piensa; ¿no?

Tengamos cuidado con la mentalidad sumisa.
Esa que nos alienta a perseguir los sueños de otros, 
a olvidar los nuestros, a no pensar, a seguir las modas porque sí,
a vivir de espaldas a nuestros deseos, a no imaginar, 
a no creer en nosotros mismos, a no darnos la oportunidad de crear,
a vivir con miedo, ...

En la leyenda “el gran inquisidor” del libro de 
“Los hermanos Karamazov”, Fedor Dostoievsky,
nos dice:

“No hay para el hombre deseo más acuciante 
que el de encontrara otro ser 
en el que delegar su don de la libertad”

Lo que nos produce verdadero terror es la idea de tener que
cargar con la responsabilidad y el peso de nuestro 
propio pensamiento.

Más bien ¡ATRÉVETE!  a pensar por ti mismo,
porque la verdadera cita es:

¡ existo, luego pienso !