Las palabras se nos quedan cortas. No siempre describen lo que sentimos.
No siempre pueden poner título a la idea, ni ideas al talento.
Y aún así, participan en la creación de "nuestra" realidad, la que percibimos.
La que defendemos, aún con o razones o sin ellas...
Realidad con frecuencia irreal ante otros ojos.

Las palabras son etiquetas que se adueñan de los hechos que vivimos,
sobre todo de cómo los vivimos, de cómo los valoramos.
Le ponen marca. Le asocian conceptos. Se identifican con lo observado.
Dejan huella. Fijan sentimientos.
Crean futuro participando en la elaboración de creencias que, por su quehacer,
se van fijando en nosotros como anclajes, a veces de difícil cuestionamiento,
inamovibles, pegados con pegamentos de gran eficacia.

Las palabras filtran la realidad bajo el prisma de nuestras propias creencias
que fueron etiquetadas con palabras.
Y así son capaces de crear respuestas biológicas diferentes.

Al entrar en nuestro país, después de un largo viaje, nos sentimos mejor,
como en casa, nuestro sentir y nuestro cuerpo generan endorfinas positivas,
aparece y reluce el sentido de pertenencia.
Pero, ¿qué pasa si nos engañan y nos dicen que estamos en nuestra nación
sin que sea verdad?
Sentiremos el mismo sentido de pertenencia, aunque la " realidad " es que estamos
en otro país.
Las palabras mandan en nuestro sentir.

La realidad no existe, sólo existe la percepción de la realidad.
Y, en gran medida, esa percepción es creada por las palabras.

El pasado, pasado,
te influirá en la percepción de la realidad presente y futura,
por las etiquetas que las palabras han creado en ti.
¡No lo permitas! ¡Cuestiónalo !

"Si un día un perro me mordió, no son malos los perros, sólo fue malo ese perro"
"Si el pescado tuvo aquel olor tan desagradable, no todo el pescado huele mal"
"Si con aquella persona no fui feliz al compartir mi vida,
no siempre seré un infeliz con personas que quieran compartir mi vida".
....

Se trata de aprender a experimentar con totalidad
lo que te esta pasando en cada momento y después también aprender a soltarlo.
A no dejarlo como marca, como filtro que te impide ya ver la realidad de otra forma.
Es viajar la vida con un escaso equipaje.
La vida pura es más simple de lo que parece.
Nosotros la hacemos compleja.
Valora las palabras que usas porque pueden participar en hacer de tu vida algo
difícil o fácil, simple o complejo.

Es la tarea de librarnos de nosotros mismos. De nuestras convicciones estúpidas.
De nuestra mente paralizada en hechos del pasado.

¿Cómo filtramos las palabras que usamos? ¿Como las escogemos?
¿Con nuestro conocimiento? ¿Por la cultura a la que pertenecemos?
¿Por nuestra programación?
¿Por el modo como se nos enseñó a ver las cosas, a valorar los hechos?

Mark Twain lo expresó muy sabiamente:

"...hacia tanto frío que si el termómetro
hubiera sido unos centímetros más largo,
nos habíamos muerto congelados"

No es el frío externo lo que nos mata, sino el termómetro.
La percepción del propio frío.
No es la realidad lo que importa sino lo que te cuentas a ti mismo de ella.
El cómo la vives.
No es el hecho es la valoración del hecho lo que influye en tu sentir y en tu respuesta.

En una ocasión un gurú estaba intentando explicar a una multitud
durante una conferencia la importancia de las palabras.
Decía que nos alimentamos de palabras.
Que vivimos nuestra vida dependiendo de las palabras que elegimos.
Que las palabras son para nuestro ser más importantes que la propia realidad,
porque esta misma sin ellas no existiría.

Uno de los escuchantes se puso en pie y protestó:
"No estoy de acuerdo en que las palabras tengan tanto efecto en nosotros"

" Siéntate hijo de puta", le respondió el gurú.

El asistente a la conferencia, líbido de rabia, dijo en voz alta:
"¿Y te llamas a ti mismo gurú, (=iluminado), maestro?
Deberías sentirte avergonzado con el trato que me estás dando"

El maestro, cogiéndose con la mano su rostro, comentó:
"Perdóneme señor! Me he dejado llevar por mi pasión.
Le pido mis más sinceras disculpas.
Ha sido un error lo que he dicho y hecho.
Pido perdón ante toda la sala. Lo siento!"

El escuchante ofendido se calmó.
Entonces el guró añadió:
"Me han bastado unas pocas palabras para desatar una tormenta en ti.
Y otras pocas palabras para calmarte.
¿No es así?

Las palabras nos aprisionan sin darnos cuenta.
Pero las palabras también nos liberan si las usamos en nuestra dirección.
A nuestro favor. Si con ellas nos cuestionamos el sentido de las cosas, de los hechos,
de la realidad construida y etiquetada por ellas mismas.

Estos días he puesto sentido consciente en mis palabras.
He conseguido amar con ellas. He conseguido reñir con ellas.
Me han ayudado a valorar un hecho como positivo y el mismo hecho como negativo.
Por momentos han tenido en mi un efecto en mi motivador,
poniéndome en movimiento, o por el contrario alejándome de todo.
Han sido capaces de gustar a otros, de impresionarles, de hacerles cambiar
la mirada de forma positiva, ilusoria o ilusionada,
o bien de hacer que entren en desacuerdo crónico conmigo.
Bueno, ...conmigo o con mis palabras.

Palabras, palabras, palabras, ...
Unas veces amigas otras enemigas.

TIENES
LA PALABRA