Diógenes o la Lucidez
Gilbert Garcin


Cuando la mente se libera de ataduras le llega la luz.
En ese momento, se relativiza la razón. Se le quita peso a la idea. Se disuelve la ofuscación.
Y surge la sabiduría, la inteligencia supra-consciente. 
Llega la mayor libertad, la que es capaz de crear una visión más pura de la realidad observada.

Porque la realidad no es como se muestra. 
Depende de la percepción, de los temores adquiridos, aprendidos, de las propias carencias, 
de la imaginación con pérdida de control, de la proyección del autoengaño, ...
Desde ahí vemos la realidad. Y desde ahí somos engañados.

Cuando nos vamos liberando de todos estos condicionamientos, pensamos con más claridad,
sonreímos más, somos más creativos, abiertos al aprendizaje, al crecimiento, tolerantes,
la verdadera inteligencia aumenta, y el corazón se vuelve lúcido.

Esta lucidez es esencial para la vida espiritual, ¿cómo no?, ...pero también para la vida terrenal;
necesaria en el día a día, en lo corriente, en la vida dedicada al trabajo, a la familia, a lo cotidiano.
Los verdaderos maestros, en mi opinión, son aquellos que han encontrado la forma de vivirlo en su vida más cotidiana.
Expertos en poner sabiduría en lo común, en lo básico.

Esta lucidez genera una manera especial de ser, y sobre todo, de comportarse ante las circunstancias
y las dinámicas a las que nos enfrentamos.
Nos aleja del odio. Nos acerca al amor.
Nos aleja del apego. Nos acerca a la interdependencia.
Nos aleja de la pena. Nos acerca a la compasión.
Nos aleja de la seguridad. Nos acerca al aprendizaje.

Los que viven con corazón lúcido entienden la vida como un viaje continuo. 
Buscan Itaca. No tienen prisa por llegar. Saben que no consiste en llegar, sino en viajar.

Esta lucidez reside en el cerebro y en el corazón.
¿Son dos órganos vitales distintos?
¿Acaso las lágrimas son sólo agua, sal, mucosa y fósforo?
Una persona que brille sólo con su cerebro no es una persona completa. Necesita encender su corazón.
Ponerlo en marcha. Hacerle andar. Moverlo. 
Y necesita su cuerpo. La energía que desprende. La sabiduría de su movimiento. El lenguaje gestual.

Una persona sin corazón lúcido no es generosa, ni da ni sabe darse, ni pide lo que necesita.
Una persona con corazón lúcido es generosa,  benevolente, cooperante, alegre, tolerante, ecuánime, solidaria, ...
Una persona con corazón lúcido no juzga de forma permanente, no hace para dañar.

Sin un corazón lúcido no es fácil evolucionar, ni alcanzar la auténtica madurez.
Un corazón sin lucidez es un corazón perezoso, negligente, impaciente, apático, sin voluntad, indisciplinado.
Un corazón que ha perdido la lucidez deja de escuchar, de explorar.

Por el contrario, 

Un corazón lúcido 
te ayuda a comprender 
lo más importante de la vida:
que está para ser vivida.

A veces estará en calma y otras tormentosa. 
Pero todo es vida. Todo se vive. Todo se necesita.

El corazón lúcido te ayuda a aceptar lo inevitable, de lo que no puedes participar.
Y, al mismo tiempo, a resolver lo resoluble; aquello en lo que puedes influenciar.
Siempre ocupándose conscientemente.

Un corazón lúcido te ayuda  a

ELEGIR 
TUS PRIORIDADES 
VITALES