"Impresión sol naciente"
Monet


La pintura impresionista, como su nombre indica, está basada en la impresión
que provocan unas manchas en nuestro sentido de la vista.
Como sucede en el cuadro de Monet mostrado en este post, a veces una impresión
es la que nos hace ver ciertas cosas aunque no sean verdad ni realidad.
Al ver este cuadro con cierta distancia se encuentran formas y el cuadro llega a tener sentido,
pero en la medida que nos acercamos las formas se difuminan y desaparecen.
Se vuelven manchas incomprensibles.

Así en la vida cuantas veces no ponemos un juicio en nuestra mente, lo impresionamos,
le damos valor, lo hacemos grande y, sin embargo, al acercarnos de una forma más amorosa,
al verlo con otra mirada, todo cambia, y nada era como parecía.

Y es que en nuestra vida sucede igual, existen dos forma de ver.

Una conocida como visión separada, llamada “sin ego”,
o también  mente uno,  muy espiritual.

Y otra la llamada visión con juicio, mucho más terrenal.
Y que se alimenta de lo que percibe.

La visión no es sólo un sentido físico. No vemos con los ojos. No sentimos con los ojos.
Vemos y sentimos con nuestro cerebro, con nuestra mente.

¿Nos damos el tiempo para pasar de una visión ilusionada por el ego a otra más pura sin juicio?
Sólo necesitaríamos un cuarto de segundo para cambiar de una mirada que se enriquece desde el ego
a una mirada llena de amor y comprensión.

En términos generales toda visión de una realidad se alimenta del

amor o del temor

La que se alimenta del temor genera desconfianza.
Y si hay desconfianza no puede haber amor  ni alegría.
En estados de desconfianza el entusiasmo desaparece y la pasión se apaga.

El falso yo, el ego, se alimenta del temor, del juicio, desde la desconfianza,
desde la condena, desde la incomprensión, y desde el dolor.
El verdadero yo, el que se basa en una mente comprensiva, acepta la realidad y crea desde ella,
vive en el amor y en el perdón.

La visión más correcta es aquella 
que está libre de interpretaciones

Se despega del caprichoso ego.
Ver y juzgar son conceptos que no se llevan muy bien.
Si juzgas es porque no puedes ver bien, y si ves bien no estarás juzgando.
Por ello cuando estás en paz ves y cuando estás bajo conflicto no ves como es, sino bajo el prisma
de la alucinación, del juicio.

Elige ver y no juzgar, 
todo cambiará


Y desde ahí podrás dirigir tus emociones y no ellas a ti.
Las emociones son reacciones a lo que percibimos de nuestro entorno; respuestas a la realidad que percibimos
pero la realidad puede ser múltiple. Nos da opciones para elegir.

No dejes tus emociones en manos de la percepción.
No dejes tus emociones en manos de otros.
No son nunca por culpa de los demás.

Nadie te puede poner triste.
Nadie te puede poner nervioso.
Nadie te puede poner alegre.
Nadie te puede poner rabioso.
Nadie te puede poner feliz.
Nadie te puede enfadar.

Sólo tú puedes


Somos y vivimos como autómatas emocionales, sin embargo estamos preparados biológicamente para elegirlas.
Buscamos los culpables de las expresiones de ellas fuera de nosotros. Y sólo habitan dentro de cada uno.

Quizás la forma más feliz con la que podemos vivir depende precisamente de esto: de la capacidad de elegir las emociones propias.
Desde nuestro yo verdadero, desde la mente uno.
¿No es esto un verdadero milagro?
Un milagro es permitirte cambiar la percepción, corregir la mirada, y llevarte al camino que te da paz.
Parece una reflexión sencilla.
Y parece fácil de llevar a cabo.
Pero no es así; de ahí que se le pueda llamar milagro.

Hay un antiguo proverbio hindú que lo expresa perfectamente:

“El corazón feliz y en paz
ve una fiesta en cada aldea”

Einstein también lo dejó escrito:

“Puedes vivir la vida como si todo fuera un milagro 
o como si nada fuera un milagro”


¡Tú eliges!

La buena noticia es que

SÓLO EL AMOR EXISTE
TODO LO DEMÁS ES UNA ILUSIÓN


Yo elijo amor, ¿y tú?