Si tu vela se apaga,
¿por qué esperar que otro la encienda?


Te pase lo que te esté pasando en este momento, es lo que tu vida necesita.
No es resignación, es aceptación y comprensión de que hemos llegado a esto que nos ocurre por algo.
¿Y por qué podemos estar tan seguros de que es así?
Muy obvio: porque si no fuese así estarías en medio de otra situación.
Lo estarías viviendo de otra forma
Nuestro ego no lo acepta, pero es porque se alimenta de la fantasía. 
De lo que le gustaría que pasara, no de lo que realmente le pasa.

La buena notica: 
No resignarnos, pero sí aceptarlo y comprenderlo nos acerca a encontrar nuevas soluciones, 
si es que no nos gusta la situación que estamos viviendo,
y también nos acerca a aprender de lo sucedido, de lo que en cada momento ocurre
para así mejorar, crecer, hacemos más fuertes.

Cuando perdemos algo que queríamos con locura, que creíamos nuestro, que valorábamos, 
que sentíamos como un “tesoro” que nos pertenecía, siempre nos sentimos tristes.
Pero nada nos pertenece. 
La tristeza es la emoción que representa el sentido de pérdida.
Es una emoción para ser vivida. Como la alegría, también necesaria.
Bienvenida la tristeza cuando no se vive como queja, sino como un estado temporal de nuevas enseñanzas.
Tristeza recibida con gratitud. Como un estado emocional sanador.
Tristeza vivida desde la humildad, para aceptar los cambios necesarios. 
Para recibir lo nuevo.
Para evitar el apego.
Para prepararnos a cambiar sin el sentimiento de frustración.

Todos vivimos estados de pérdida.
A veces, más que lo perdido en sí, el sufrimiento nos lo crea la sensación de pertenencia que teníamos y mantenemos, 
el sentir que algo ya no será mío. Pero en realidad es una ilusión, porque nunca nada lo fue.
La repetición mental de esa ilusión, de forma continua, sin darle tregua,
masticándolo mentalmente sin parar, nos aleja de la capacidad de sufrir por ello.

Esto me recuerda un cuento que dice así:

Érase una vez una hombre que había perdido un diamante.
Y por ello cayó en una gran desesperación.
Se sentía apenado por tan mala suerte.

Apenas recuperó un poco el ánimo,
acudió a visitar a magos, científicos, videntes, adivinadores, ...
pidiéndoles ayuda para poder recuperar su joya.

Nadie le dio una señal de cómo hacerlo.

Un día, un sabio, le dio el siguiente consejo:

" Te diré como puedes recuperar tu diamante,
pero antes tendrás que encontrar y traer a mi presencia
una persona que nunca haya perdido nada “

El hombre buscó durante años pero todas la personas con la que hablaba habían perdido algo.

A su vuelta, diez años después, el sabio le preguntó por su diamante.
A lo que aquella persona contestó:
" Ya no pienso en él.
He conocido tanta gente que ya no sufre, 
aún habiendo tenido pérdidas mayores a la mía,
que hace tiempo que ya no necesito el diamante “.


Así es. Lo aceptó. 
Como esas personas que se iba encontrando por el camino y que ya no sufrían por sus pérdidas.

Y es que toda pérdida que sufrimos se convierte en un duelo. 
Grande o pequeño, dependiendo del valor que le asignemos, de la fuerza que le concedamos.
Y dependiendo de la capacidad que tengamos de perdonarnos, de perdonar, 
de avanzar o de permanecer en el lloro del propio duelo.

Toda pérdida, mayor o menor, pasa habitualmente por seis etapas, que son necesarias reconocer,
para vivirlas, para concederles su espacio y su tiempo. 

Estas son:

NEGACIÓN

Así empieza todo. No aceptando la nueva situación. Negándose a comprender que es lo que te ocurre.
No se asume y se piensa que se está viviendo un mal sueño. 
Se niegan las evidencias, lo más obvio.

RABIA

Cuando las dudas ya no existen, cuando se sabe que está pasando y que no se trata de un sueño,
se entra en colera, en el por qué a mi, por qué ahora, ...
Empieza a sentirse enfado, falta de ilusión, pérdida de entusiasmo, ira, ...
Aparece el “merezco otra cosa”. Incluso el “nunca lo olvidaré”. O el “se va a enterar”. 
Entre otras expresiones.

CULPA

Al finalizar el estado de rabia se entra en el sentimiento de culpabilidad.
Culpabilidad desde “la culpa es mía” o desde “ el otro es el culpable”. 
En ambos casos no importa de quién es la culpa, lo que importa es el estado en el que se vive.
De quién es la culpa no aporta nada, es improductivo, es interpretativo, no sirve.
Buscar culpables o convertirse en víctima sólo nos paralizará. Nos dejará atados al pasado.

NEGOCIACIÓN

Encontramos en esta etapa una nueva realidad. 
Puertas de salida. Nuevas alternativas. Estados de bienestar diferentes. 
Y entonces intentamos negociar con todo lo que esté presente en esa pérdida: con el destino, con nuestro “dios”,
con la pareja, con el jefe, con los compañeros, con ...
Sin darnos cuenta que sólo estamos retrasando lo inevitable porque ya se produjo.
Si quieres negociar, de verdad,  y avanzar necesitarás cambiar. Encontrarte con el cambio
y llevarlo a la acción. Hacer que algo nuevo suceda.

ANGUSTIA

Cuando se comprende, si no se ha negociado bien, que ya nunca nada será igual.
Es el momento en que sientes que ahora sí lo perdido se ha perdido para siempre.
En esta etapa nos damos cuenta de que todo ha cambiado, que no tiene sentido seguir esperando.
La tristeza de esta etapa, aunque no lo pueda parecer en muchas ocasiones, es reparadora. 
En esta etapa se vive en angustia más que por lo perdido porque todavía no sé vislumbra el nuevo camino. 
Todavía no se ve el principio de lo que sigue.

ACEPTACIÓN

Es la etapa de luz.
El alcalde de Gotham, en la película de Batman, lo decía así: 
“ después de la oscuridad, siempre llega la luz”.
Es cuando la derrota sabe a victoria por primera vez. O al menos, no duele.
La aceptación es cuando nada ha cambiado externamente, pero sí todo ha cambiado internamente.
En esta etapa se modifican los valores, se crece personalmente, se vive como una flor en primavera.
Se nace de nuevo.
La aceptación nos permite recuperar la serenidad.
Y el amor.

Si estás viviendo un estado de crisis, date el permiso de vivir todas las etapas.
Y al final del camino, cuando llegue la aceptación recuerda el título famoso disco de Supertramp:
Crisis, ¿qué crisis?



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PÉRDIDA,
¿QUÉ PÉRDIDA?