¿Es la realidad que vemos y vivimos producto de nuestra percepción de la misma?
¿Es nuestra vida una interpretación de lo que nuestra mente observa?
¿Puedo crear con mi mente mi propia realidad?
¿Son nuestros propios pensamientos capaces de cambiar o alterar nuestra realidad?

Estas son estas algunas de las preguntas que más están ocupando tiempo y recursos a los científicos
y humanistas de nuestra época, tanto en el campo de la física, la biología humana o de la psiquiatría
como en el de la psicología o la filosofía.
Son cuestiones que rondan la cabeza tanto de personas ligadas a la ciencia como de los que
orientan su camino en la espiritualidad.

Joe Dispenza, doctor en bioquímica e investigador de la Life University de Atlanta,
entre otros científicos, parecen tener evidencias de que
la realidad es creada por nuestra propia mente.
Dispenza y otros nos dicen que no subestimemos el poder de nuestros pensamientos
porque son capaces de alterar la realidad que vivimos.

¡El poder de la mente!

Empecemos el post hablando, de una forma básica y muy sencilla, de física.
En el pasado los científicos dividían el mundo en lo material y el pensamiento.
Ahí tenemos a Descartes con su famoso slogan de la época:  “pienso, luego existo”.
Defendía el modelo mecanicista del Universo: la idea de que el universo está regido por leyes previsibles.
Con estos científicos se iniciaba un sistema de creencias que se centraba en una gran dualidad:
mente y materia son dos cosas diferentes.
No están ligadas entres sí.

Las teorías de Newton ayudaron a perpetuar estas ideas cartesianas.
Según el modelo newtoniano todo se consideraba sólido.
La energía era considerada como una fuerza que movía los objetos sólidos o cambiaba el estado físico de la materia.

Según estos principios, nosotros como personas, no podíamos influir en los resultados.
Todo estaba ya escrito.
Toda la realidad estaba predeterminada.

Dada esta interpretación no es de extrañar que los seres humanos empezaran a dudar de sí sus acciones
importaban para algo, o ya venía todo marcado por el destino.
Según estas teorías no tenemos nada que elegir. Las cartas están echadas.

Unos doscientos años después de Newton llegó un revolucionario, Albert Einstein,
demostrándonos que la materia y la energía son lo mismo.
Que la materia y la energía son intercambiables.
Marcaba así una nueva comprensión del universo.
Sus teorías desencadenaron el estudio de la extraña conducta de la luz.
Los científicos de esta nueva era observaron que la luz algunas veces se comporta
como una partícula, es decir materia, y otras veces como una onda en modo de energía.
Se desmontaban así las teorías de Descartes y de Newton, entre otros,
porque sino esto que decía Einstein sería imposible.

Al parecer numerosos estudios desde entonces hasta ahora demuestran que Einstein tenía razón.
El modelo dualista cartesiano de la realidad se derrumbaba porque a nivel subatómico, el nivel más básico conocido,
la energía y la materia, según este nuevo modelo, son lo mismo.
Un protón, un electrón o un neutrón se comportan, al mismo tiempo,
tanto como ondas (energía) que como partículas (materia).
Así surgió la física cuántica.

El modelo cuántico reveló que un átomo está compuesto principalmente de espacio vacío.
Que los átomos son principalmente energía.
No están formados por materia sólida.
De hecho hoy se sabe que un átomo es 99,99999% de energía y un 0,00001 % de materia.

Traslademos este aprendizaje ahora a tu propio cuerpo o a cualquier otra cosa material que ahora estés observando,
significaría que lo que observas, que está formado por átomos, es en casi su totalidad energía, no materia.

Los científicos han comprobado además que, a nivel subatómico,  los elementos que conforman el átomo
no se comportan como los objetos de mayor tamaño que observamos en nuestro vivir cotidiano.
Estos elementos subatómicos no se rigen por leyes de la física clásica.
Dicho más fácilmente: una manzana que cae de un árbol, siguiendo a Newton,
termina chocando con su cabeza y además la masa de la manzana se va acelerando con una fuerza constante.
Pero no pasa igual con un electrón.
Los electrones se comportan de manera imprevisible.

Cuando los electrones se dirigen al núcleo del átomo ganan o pierden energía
y aparecen y desaparecen continuamente.
Surgen por todas partes sin respetar los límites del tiempo ni del espacio.
De ahí nació el concepto de la teoría de la relatividad.
Y también de ahí la idea de que la materia, al menos a nivel subatómico, es efímera e inexistente.
Sin tiempo y sin espacio los electrones se van transformando
de materia, (partícula), a energía, (onda), y viceversa.

Y lo mejor, lo que los científicos, gracias a la física cuántica han demostrado,
es que los electrones existen en una infinitud de posibilidades dentro de un campo energético invisible.
Y es sólo cuando el observador se fija en una localización del electrón cuando esté se muestra como materia.
Dicho más básicamente: si no les pones atención, son sólo energía.
No se transforman en materia. No se dejan ver.

Es decir, una partícula, (materia), no puede manifestarse hasta ser observada por el propio observador.
A esto la física actual lo denomina
colapso de la función de onda”.

Ya hoy día también la biología cuántica más actual habla de ello y le otorga el rango de biocentrismo.
Es decir, la realidad material existe porque nosotros la observamos.

Lo importante de toda esta explicación científica sería
que hoy día sabemos que

MENTE
(energía)

y 

REALIDAD 
(materia)

ya no pueden ser consideradas 
dos cosas distintas


Están intrínsecamente ligadas.
Y así la MENTE, subjetiva, puede ejerce cambios perceptibles en el mundo físico objetivo.
Aquello que interpretamos, creamos.
Creer es crear.
Y lo mejor :
la vida 
no es dual

Al observador le están esperando una infinitud de realidades posibles.

Todo cuanto existe en el universo y puedes observar, está formado por átomos
y estos a su vez por partículas subatómicas.
Por su naturaleza, y como ha demostrado la ciencia, estás partículas están en un estado de onda, (energía)
hasta que son observadas.
Potencialmente son “todo” y “nada”.
Por lo tanto, todo lo que existe en nuestra realidad física existe como puro potencial.

Llevándolo a lo más sencillo y “terrenal”, somos en potencia capaces de colapsar en una
infinidad de posibles realidades.
El destino no controla nuestro futuro.
Lo controla nuestra propia mente. Nuestros pensamientos.
Si puedes imaginar un futuro en tu vida, basándote en tus propios sueños o deseos,
en realidad ya existe como posibilidad en el campo cuántico esperándote a que lo observes.

¿Si tu mente puede influir en la aparición de un electrón,
por qué no puede influir en la aparición de cualquier otro tipo de realidad posible?
¿Eres tan poderoso como para influir en la creación de tu realidad?

Y si es así,
¿qué papel tiene  la atención 
que ponemos en todo lo que pensamos, observamos?

¿Y si pudiéramos, al igual que ocurre con la onda de posibilidad del electrón que se puede
manifestar en una partícula material al ser observado,
hacer con nuestra observación que un grupo de partículas se manifiesten
en un hecho físico en forma de acontecimiento en nuestra vida?

¿Somos nosotros 
los que creamos 
la realidad que vivimos?

En el campo cuántico parece que sí.
En nuestra realidad cotidiana de momento lo tendremos que dejar a modo de pregunta.
La ciencia y las diferentes corrientes humanísticas siguen trabajando en ello.

Con todo ello, yo me quedo pensando y convencido de que todos 
podemos crear nuestro propio destino.
Todos cosechamos, en el día a día, los beneficios de lo que 
elegimos y de lo que accionamos.

Se trataría de decidir y construir 
para así crear la realidad que queremos vivir.
Todos tenemos esta capacidad porque, para bien o para mal,

nuestros pensamientos 
influyen en nuestra vida