... a la vida


Hay muchas formas de entender lo que significa estado de bienestar.

Al referirnos al bienestar hablamos de calidad de vida con tu cuerpo, de trato inteligente de tus emociones,
al cuidado del espíritu.

Bienestar es vivir siendo consciente del placer que da la vida. Sintiéndola. Recibiéndola.
Es aceptar lo que uno es, tiene, hace, ...
Es la energía que nos pone en movimiento.
Es cuando, al mirarnos hacía dentro, nos sentimos alegre.
Y el placer que experimentamos al dar las gracias por ello.

Para mi, la emoción en forma de palabra que representa el estado de bienestar es

A L E G R I A 


La palabra lo dice todo..., su origen está en el latín, de la derivación alicer-alecris
que significa VIVO, ... o animado.
Ya en su propio origen lingüístico, se explica todo.

Cualquiera puede alcanzar la alegría que da el bienestar.
Es de todos. Nos pertenece.
Viene de serie. Pero se necesita aprender a usarla.
Gestionar las otras emociones. Las que intentan apagarla.
Poner bajo control al miedo y la ira. A la rabia y la tristeza.
Se aprende a llegar a ella. Se avanza si se elige el movimiento en su dirección.

Más allá de lo que en el presente te esté sucediendo, puedes vivirlo sintiendo bienestar.
Debajo del paraguas de la alegría.
Paraguas que te protegerá del sol que brilla, si vives un momento dulce,
o que te albergará de la lluvia que te moja.

Es una elección.
Es una cuestión de actitud ante todo lo que vives en cada instante.
Da igual el hecho o circunstancia por la que estés pasando en estos momentos.
Da igual si te enfrentas a obstáculos que te paran. Que te “muerden”.
O si estás viviendo momentos de gran brillantez, donde la velocidad de la vida te parece única, disfrutona, divertida.
Da igual que estés interpretando lo que te sucede como bueno o como desechable.
Porque desde la alegría siempre sabrás entender los hechos, aceptarlos, iniciar los cambios necesarios,
re-nacer, mirar a otro nuevo lado, crecer, avanzar, continuar, romper con lo viejo, ...

La alegría no se nos regala como un sentimiento vital obvio.
Tenemos que crearla, desearla, buscarla, amenizarla, catalizarla, vivirla, entenderla, ...

La alegría puede estar siempre. En todos los momentos, en los altos y en los bajos.
Porque la vida está llena de altibajos. Nada es permanente.
No hay nadie que no haya conocido crisis y derrotas.
Se estima, según diferentes publicaciones, que una persona a lo largo de su vida tendrá unas 20.000 adversidades.
De las cuales el 99,99 % serán pequeñas adversidades.
Unas seis adversidades por día. En su mayoría nada son importantes.
Perder el carnet, romper una copa de vino, ensuciar un libro sin querer, una gotera, ...
Minucias que suelen romper el estado de bienestar.
Que apagan el fuego de la alegría. Que nos llevan al lado oscuro.

¿Por qué darles tanta importancia?
¿Quién se la da, es nuestra mente? ¿Nuestro diálogo interior?

La alegría nos recarga el depósito de la actitud positiva ante la realidad.
Nos purifica. Nos proporciona fuerza.
Nos llena de entusiasmo.
Nos pone a tope el nivel de pasión.
Nos genera amor por lo que hacemos y sentimos. Y con quienes compartimos la vida.
Nos alinea con la superación y la búsqueda de mejora continua.
Nos ayuda a evolucionar y nos revoluciona.

La alegría nos marca un rostro agradecido. Risueño. Sorpresivo. En estado presente.

Me parece curioso vivir en una sociedad que está orientada al estado del entretenimiento y el ocio,
al tiempo que está triste.
No se entiende bien...

Lo decisivo, en mi opinión, para alcanzar el estado de bienestar,
es poner consciencia una y otra vez de que cada momento de nuestra existencia
y de nuestro quehacer diario es único y motivo de alegría.
Vivir la vida con cuerpo y con espíritu.
Aceptar la vida como un regalo.
Y disfrutarla.

Entender que las más potentes alegrías que la vida pone ante nosotros son muy elementales.
Y por ello, muy necesarias.
Me refiero a los placeres compartidos, a pasear, trabajar en aquello que nos apasiona, cocinar,
a compartir una buena conversación, cantar, escuchar una buena música, nadar, correr, beber, besar, ...

Y reír, ¿cómo no?

La  R S a que es la expresión definitiva de la alegría.

La risa no necesita de grandes festejos.
No requiere de artificios.
Se vive con un perrito caliente en la mano o en un restaurante de lujo con una cena creativa.
No es un don de los ricos. No se compra.
la risa nos libera de los bloqueos anímicos. De los pensamientos tóxicos.
Es una practica sana. Frena la producción de hormonas productoras de estrés.

Pero lo más importante de la risa en relación al estado de bienestar es que
reír significa permitirse alegrarse por las cosas y expresarlo así ante los demás.
La alegría, gracias a la risa, se hace contagiosa.
El que ríe no oculta su alegría. Devuelve al universo la energía positiva con la que fuimos creados.

También lloramos de alegría.
La alegría expresada en este caso en modo de lágrima.
Risa y lágrimas, ambas forman son estados vitales. Ambas generan vida.

Comprender la alegría desde la risa y las lágrimas es decir " a la vida en un todo. 
En lo que nos gusta, representado por la risa, y en lo que no deseamos.
Es gratitud por lo fácil y por lo difícil.

La alegría nos impulsa.
Nos da valor para afrontar el futuro. Lo que está por venir.
Elimina o ayuda a superar las barreras.

La vida no es más que el uso que hacemos del tiempo que va entre la cuna y la tumba.
Elegir vivir todo ese tiempo regalado sin excesivas cargas de rabia o de ira depende de nosotros.
Vivir desde el valor de lo simple, depende de nosotros.
Elegir la sonrisa de la aceptación y desde ahí intentar re-escribir el presente
para crear un futuro deseado, depende de nosotros.

El Dr. Dietrich Grönemeyer, en su libro El arte de vivir,
nos dice que no hagamos de nuestra vida un palito de pescado.
Porque los palitos de pescado sólo flotan en el agua, no nadan, no deciden, no viven.
Son producto de una factoría que se repite en cada uno de ellos.
Ya han nacido muertos.

Más bien elige levantarte cada día y gritar

¡HURRA!
aquí estoy para vivir con
 A L E G R I A 
cada momento