En Guadalajara, donde tengo mi hábitat en invierno, ha sido un fin de semana mágico.
Magos de diferentes partes del mundo, bajo la dirección de mi amigo y colega
en “La Fuerza de La Ilusión”,  Jorge Blass,  han tomado la ciudad.

Y es que febrero un mes mágico.
Con él llegan los carnavales, donde Don Carnal gana a Doña Cuaresma. 
Mes en el que el disfraz nos transforma la realidad cotidiana.
Mes de chirigota y desliz.
Mes en el que los días empiezan a sentirse más largos.
Mes en el que la luz del invierno se renueva, sabiéndose próximo ya a la primavera.

En una tarde mágica de febrero me encuentro de viaje, traqueteando en tren, 
aveando camino a casa, preguntándome sobre lo verdaderamente mágico que conforma nuestra vida.

Recuerdo cuando niño, …todo era mágico.
La vida en la infancia es mágica.
Quizás sea porque en ella el pensamiento sobre la muerte, el miedo a un futuro incierto, 
el anclaje del pasado, no existen.
En la infancia el niño vive en presente. Para el niño la vida se desarrolla en el hoy 
Y eso la hace apasionante.
¡Mágica!
Un niño se emociona por casi todo, por una hoja de un árbol que ve volar,
por el sabor de un terrón de azúcar, por la forma de una piedra recogida en el campo,
por la caída de su primer diente, por escuchar a su mamá contar un cuento,
por jugar con un amigo disfrazados, sin necesidad de ser carnaval, mientras imaginan una gran aventura, …

Y tú, ahora que ya eres adulto, ¿crees en la magia?

Déjame decirte algo importante:
Los que no creen en la magia nunca la encontrarán.

La magia en la que creíste de niño existe, es verdadera.
Lo que no es verdadero es la perspectiva desilusionada que de adulto has creado,
producto de eso que llamas “experiencia”, de tu conocimiento estático, de las creencias adquiridas por lo ya vivido.

La vida es maravillosa.
Es como de niño la imaginaste.
Pero para ello debes aprender, y además tener el coraje, de elegir las puertas por las que transitarla.
Debes concederte el permiso de soñar, de buscar y decidir lo que para ti deseas,
de abrir y avanzar por las puertas que te conducen por el camino que te hace feliz.

Imagina la vida, metafóricamente hablando, como un camino lleno de puertas.
Unas se abren, otras se cierran sin que tú puedes hacer nada,
Son puertas sobre las que tú no puedes decidir.  
De ti no dependen.
No gastes energía en ellas. Transítalas bajo el signo de la aceptación.
Gestiona tu actitud de una forma inteligentemente positiva con ellas.  
Acepta su realidad sin dañarte.
Y además, sé agradecido.

Por el contrario, otras puertas, en el camino de tu vida, requerirán de toda tu energía. 
De todas tus fuerzas.
Se abrirán o cerrarán para ti bajo tu propia decisión. 
Decidir atravesarlas o no sólo dependerá de ti. De la intención, foco y esfuerzo que en ello pongas. 
Decidir pasar por ellas depende sólo de tu criterio.
En estos casos esfuérzate en elegir bien. 
Usa tu libertad de elección para avanzar en el camino a través de ellas. 
Para ello será necesario que te conozcas un poco mejor.
Participa en la creación de tu propio destino. Lleva tu timón.

Entre todas las puertas que no tienes poder de elección a lo largo de tu vida hay dos muy especiales.
Aceptarlas te hace vivir una vida llena de mucho más esplendor, más brillante.
Aceptarlas y no vivir con miedo a ellas te llena de goce continuo, de alegría e ilusión. De magia.

Una de ellas es la puerta que te trae a la vida.
La primera que se abre para todos nosotros.
La que te trajo al mundo.
Es la puerta del nacimiento.
No decidiste nacer. Ni no nacer tampoco.
Ni dónde nacer. Ni cómo nacer. Ni con qué físico. Ni con qué carga genética.

La otra puerta incontrolable para ti es la que corresponderá al último instante de tu vida.
No sabes cuando se abrirá. No sabes dónde. No conoces su momento.
Lo único que sí sabes es que algún día, el último de tu vida, se abrirá.
Es la puerta de la muerte.
Es la puerta del adiós a esta vida conocida.

Vivir bajo el signo perpetuo del sufrimiento por cualquiera de estas dos puertas es perderse la vida.
Es vivir con angustia.
Es vivir bajo el yugo del estrés.
Bajo la desesperación que provoca la impaciencia. Es vivir con prisa.
Bajo la carpa de la desesperación, sin esperanza. 
Bajo el miedo al futuro. Bajo el síntoma de “no es el momento”.
Es no elegir vivir felizmente.
Es no ser consciente de que existen esas otras puertas en las que tú si puedes decidir 
y sobre las que sí puedes actuar.

Hay un aprendizaje importante en estas dos puertas, en la que te da la vida y en la que te la quita.
Es una aprendizaje mágico. Una fantástica noticia.

Se trata de la siguiente lección:

La primera puerta,
la del nacimiento,
nos hace a todos DIFERENTES


La última puerta,
la de la muerte,
nos hace a todos IGUALES


Comprender bien esta gran diferencia y estar agradecido por ello,  te hará disponer y disfrutar de una

vida mágica