La humildad es sinónimo de grandeza 

Vengo de viaje.
He pasado una semana en México DF y en San Luis Potosí.
Un viaje a partes iguales de turismo y de trabajo. En ambos casos de placer.
Invitado para participar en la Decíma Semana LAG (=Licenciatura en Administración y Gestión)
de la Universidad Politécnica de San Luis Potosí.

Uno siempre aprende cuando viaja con una mochila abierta.
Con una mente despejada de durezas, sencilla, afable a lo que está por llegar.
Aprende si se siente aprendiz en todo, con todo, con todos.
Prende si se permite descubrir cosas nuevas cuando ya las creía saber. Si su mente es inquieta.
Aprende si explora, como si de una aventura se tratase, en cada paisaje cotidiano al que se enfrenta.
Y uno aprende si la humildad es su postura existencial ante la vida.

Fui a San Luis Potosí a dar una conferencia a unos alumnos universitarios.
Y me sorprendieron. Como pocas veces.
Por décimo año, los del octavo semestre, organizaban la Décima Semana LAG.

Me habían invitado a ilusionarles.
A dar una charla sobre los pilares en los que se sustenta la pasión por el oficio, por la vida,
por el equipo, por los sueños, ... A como despertar todo ello.

Pero cómo yo iba a darles a ellos una lección sobre ilusión
si nada más entrar en el recinto, el gimnasio de la universidad me encontré
con más de trescientas personas bailando, gritando de alegría, riendo, mostrando gozo y júbilo,
disfrutando con lo que allí pasaba.
Un ambiente a rebosar de pasión, de vida, de juventud, ...

Todos los participantes estaban con cada gesto, con cada comentario, dando muestras de pasión.
También con la sencilla e hiper-efeciaz organización, con cada intervención, con cada baile,
con cada experiencia, con su capacidad para perseverar, con su talento,
y con su talento cuestionado, al servicio de la mejora continua, actualizándolo.
Llenos de diversión, de conexión con lo que allí estaba pasando,
de actitud positiva ante las adversidades que se producían durante la misma organización del evento, ...

Llegó la hora de salir al escenario y lo único que se me ocurría decirles era  G R A C I A S
Quería transmitirles mi gratitud por lo que yo estaba allí aprendiendo de ellos ese día.
Invitarles a que fueran ellos los que dieran conferencias por muchas de las universidades de este planeta
donde lo que más falta es eso, ... I L U S I Ó N

Hice mi ponencia. Fue divertido. Vi como sus caras se iluminaban.
Les sentía muy cerca, a pesar del gran foco que me deslumbraba.
Les sentí como si todos ellos, más de trescientos alumnos, estuvieran en el escenario
formando parte activa de la charla.
Sentí como sonreían sus ojos. Como de sus labios salían palabras agradecidas.

Y en ese momento comprendí, como hacía tiempo que no me pasaba,
el significado en su estado más puro de la

h u m i l d a d

Palabra que viene del latín y que, en su origen, tenía dos significados:
lo que va por debajo y cultivo.
Ambos significados me gustan.
De ambos podemos aprender.
No perder de vista lo que va por debajo. Y cultivarse continuamente.
Identificar y crecer.

Aceptar nuestras habilidades, nuestros talentos, sin vanagloriarnos.
Aceptar también nuestros defectos y desde ahí seguir aprendiendo.
Desde ahí, explorar nuevos horizontes. Avanzar.
Desde ahí fabricar nuevos sueños. Y ayudarles a despertar con nuestras acciones.
Desde ahí, sorprendernos por todo. Revisar los paradigmas más afincados en nuestro ser.
Desde ahí huir de la soberbia. Del orgullo mal intencionado. Del ego rebosante.
Desde ahí no permitirnos no actuar pretencieramente, ni ser mal interesados.
Desde ahí cambiar el egoísmo del ego por el altruismo del yo positivo.
Desde ahí comprender de verdad el verbo compartir. Y colaborar. Y dar.
Y desde ahí, también aprender a solicitar lo que uno mismo necesita.

Las personas que carecen de humildad se impiden a sí mismas la posibilidad de progreso.

Dicen que la humildad es la reina de todas las virtudes.
Les creo. Lo comparto. Es, quizás,  la virtud más noble.
Porque la humildad no es un concepto.
Es un modo de vida.
Es un modo de ser.
Es un modo de relacionarte.

La humildad es un signo de fortaleza. No de debilidad.
La soberbia es un signo de debilidad. No de fortaleza.
La humildad nos ayuda a mostrar la vulnerabilidad y así poder mejorar. Y así ser más fuertes.
Porque nos ayuda a liberarnos de las imperfecciones y de las impurezas de nuestra mente.
La humildad nos genera adherencia a la tolerancia. A la diversidad.
La humildad nos refuerza la paciencia y la esperanza.
La humildad nos concede tranquilidad y armonía.
La humildad nos ayuda a ser compasivos, a perdonar de verdad, a mostrar gratitud.
La humildad nos ayuda a apreciar todo aquello de lo que disponemos, sea material o espiritual.
La humildad nos ayuda a ser consciente para vivir la vida sabiendo que todo es un regalo.
La humildad nos ayuda a desistir de querer tener siempre razón, y a mantener la mente en continua escucha.

Dice un viejo proverbio que el secreto de todo conocimiento, sabiduría y poder es la humildad.
Y también otro que debemos procurar ser tan grandes como para que todos quisieran alcanzarnos y,
a la vez, ser tan humildes como para que todos quisieran estar con nosotros.
Gandhi nos enseñó que ponernos al servicio de otros sin humildad es egoísmo.
Así sólo enalteces al propio ego.

Me sentí bien con los alumnos de la universidad de San Luis Potosí.
Aprendí y revisé esta gran virtud.
Y comprendí, ahora viviéndolo en primera persona, como ya antes había leído que

SER HUMILDE 
NO ES PENSAR MENOS 
DE TI MISMO
SINO PENSAR MENOS 
EN TI MISMO



... Una gran lección de H U M I L D A D