La memoria es la capacidad humana de grabar, guardar y reconstruir
aprendizajes, ideas, hechos que han sucedido o simplemente que han sido imaginados.
Es una función del cerebro y un fenómeno resultado de la mente que nos permite
a las personas codificar, almacenar y recuperar recuerdos.
Surge como resultado de las conexiones sinápticas entre neuronas, creando las llamadas redes neuronales.
En otros animales se le conoce con el nombre de nmesis.
Luis Rojas Marcos llama a la memoria el cemento de la mente.

La memoria nos proporciona consistencia y continuidad para poder ser uno mismo.
Nos ayuda a ser nosotros cuando nos levantamos cada día.
Ser la misma persona con la que nos fuimos a dormir.

Todos los conocimientos que almacenamos, producto de nuestras vivencias
nos permiten, gracias a la memoria,  decidir que hacer en el presente
y cómo programar los deseos de futuro.
Tenemos pasado, presente y futuro gracias a que tenemos memoria.
Sin memoria dejamos de ser. Perdemos nuestra identidad.

La memoria tiene un importantísimo peso específico sobre nuestra felicidad,
sobre nuestra satisfacción con la vida en general.

En la memoria no vive nuestro pasado, vive nuestra historia.
La diferencia fundamental, más allá de la pura lingüística, radica en que la memoria 
nos almacena toda la información que una vez interpretada nos permite construir nuestro pasado.
Honro la memoria. Y el cómo la interpreto; el pasado depende de mi recuerdo.

De ella aprendemos para vivir. Y a vivir.
Es nuestra biblioteca bibliográfica.
En la memoria se almacena nuestra historia contada por nosotros mismos.
Y actúa como diccionario de nuestro lenguaje particular, dando significado a las cosas.
Diccionario que nos ayuda a enjuiciar e interpretar la realidad.
Por ello decimos que la memoria alimenta nuestras creencias.
Y las creencias nuestro hacer.
Es la memoria la que va construyendo la narrativa de nuestra vida.
Nos ayuda a sopesar las ventajas, a solventar problemas cotidianos, a resolver tareas y a decidir.
Y también es la que se responsabiliza de crear una opinión de nosotros mismos.
Suficiente razón para cuidarla bien, para saber cómo hablarle, como programarla.

Nada más nacer, o quizás antes, la memoria empieza a construir nuestra identidad.
Soy lo que soy por la memoria de la que dispongo.
Si mi memoria se pudiera re-programar, podría ser otro.
(¿Se puede?)

Seleccionamos, decidimos, hacemos, …, desde nuestra memoria.
Por eso nuestra felicidad es muy dependiente de la memoria.
O, al menos, de la interpretación de los hechos que ella nos muestra.
Algunos fallos de memoria, nada graves y no patológicos, suelen ir asociados,
en según que momentos, a mayor felicidad o bienestar.
Sabemos que las experiencias y conocimientos que a lo largo de la vida vamos grabando
no se conservan intactas, no es un almacén logístico intacto.
La memoria se va re-organizando con el paso del tiempo.
La memoria se va re-construyendo con los nuevos aprendizajes.
Los hechos vividos se van re-interpretando.
Y así podemos, a su vez, reconstruirnos nosotros, re-inventarnos, volver a nacer muchas veces.
Podemos seleccionar sólo aquello de lo almacenado que viva en coherencia con
nuestro presente.
Y, por el contrario, no poner foco en aquello, que hoy, ahora, no nos es propicio.
Se le llama memoria selectiva o elección de la perspectiva.
Nos ayuda a ajustar lo vivido con lo deseado para el presente y el futuro.

La perspectiva, origen de las expectativas, son el fundamento básico de la felicidad.

La memoria es evocativa. Es decir, decide que contar y que ocultar.
Controla el acceso a la información que archiva.
De la memoria nace la mentira y la verdad. Lo dicho y lo oculto.
La memoria se puede permitir bloquear los malos recuerdos.

La memoria es inventiva. Es la base de la creatividad.
Estimula la imaginación. Cuestiona el conocimiento.
Desde la memoria se pueden elaboran historias que no sucedieron,
que se proyectan en el futuro y se le llaman sueños.

No es de extrañar que por todo esto la mitología cuente que la memoria fue el resultado
de las nueve noches que Zeus cohabitó con la diosa Mnemosina,
y de ahí nacieron las nueve musas cuyo trabajo era hacer olvidar a los mortales
sus desgracias, sus males y pesares.

La memoria es con lo que olvidamos. Es su función esencial.
Por lo tanto, la memoria nos permite cambiar. Transformarnos.
Porque tengo memoria puedo ser otro sin dejar de ser yo.
Esta es la gran maravilla humana.
Olvidar para evitar los recuerdos absurdos del pasado.
Olvidar para avanzar.
Olvidar para ser un ser nuevo.
Olvidar para no ser esclavo de lo que fui.
Olvidar para mantener el bienestar.
Olvidar para vivir el presente sin distorsiones de lo que fue.
Olvidar para no sentirnos culpables por lo vivido.
Olvidar para no sentirnos prisioneros de aquellas ideas.
Olvidar para no seguir enganchado a lo que ha muerto.
Olvidar para superar los errores del pasado. Y para aprender de ellos.
Olvidar para tener segundas oportunidades. O terceras, o cuartas, o quintas, …
Olvidar para tener un mañana.
Olvidar para perdonar.
Olvidar para eliminar el sentimiento de culpa.
Olvidar para ser feliz.
Olvidar para poder olvidar.
Olvidar para poder recordar.

Tuvimos pasado,
vivimos presente
y creamos futuro
G R A C I A S
a la MEMORIA