Ya ha empezado a correr el nuevo año.
Han pasado los primeros diez días.
Diez días que arrancan  llenos de experiencias, de emociones, de historias, de nuevos proyectos.
Diez días en los que una de las palabras que más he escuchado o leído ha sido:

P R O P ó S I T O

Del latín propositum, intención, deseo o ánimo de hacer algo o dejar de hacerlo.

Los propósitos  conforman el plan de futuro sobre el que se asientan los sueños.
Tener ideas y sueños por los que valga la pena luchar y poner energía, esfuerzo.
Los propósitos son el secreto para cambiar. 
Viven y tienen sentido si está presente la voluntad.
Son la razón por la que luchar. 
El motivo por el que haces lo que haga falta para conseguir lo deseado.

Los propósitos son el driver generador de imaginación, creador de diferentes opciones, 
buscador de recursos y ayudas, generador de nuevos conocimientos, 
provocador de otras maneras de hacer, la energía del atrevimiento 
El propósito es el móvil que dirige la transformación de la persona.

Ya decía un viejo proverbio chino que la receta para ser feliz consistía en
alguien a quien amar, algo que hacer y algo que esperar”.
Los propósitos están, de alguna forma, relacionados con los tres ingredientes de la receta.

Los propósitos suelen ser de tres tipos diferentes. 
Los tres ligados, muy ligados entre sí.

El primer tipo lo conforman aquellos sueños relacionados con lo que uno
quiere llegar a ser, todo aquello en lo que te quieres convertir.
La intencionalidad aquí está puesta en uno mismo, en el cambio de comportamientos, de hábitos,
tanto intelectuales, de personalidad, como físicos.
Los clásicos de dejar de fumar, aprender inglés, perder kilos o hacer deporte
pertenecerían a este grupo.

El segundo grupo son los propósitos llamados de “fin”.
Se refiere tanto a los profesionales como a aquellos que están relacionados con los hobbies.
Con esos “lugares” en lo que uno quiere destacar, ser único.
Son ideados para alcanzar metas relacionadas con el trabajo, con aquello en lo que eres experto.
Un ejemplo sería conseguir ese puesto  directivo que siempre deseaste,
O escribir el libro que siempre has deseado y convertirte en un autor reconocido.
Pero también se refieren a metas más sencillas como por ejemplo ser el mejor jugador de padel 
en tu urbanización o conseguir correr la media maratón de tu ciudad.

El tercer grupo de propósitos recoge todos aquellos que se refieren 
a aquellos que afectan a tu entorno, en espacio y tiempo.
Suelen ser recompensas legítimas que uno cree merecer.
Ejemplos son: tener esa casa que soñó junto al mar, hacer un viaje con toda la familia,
conseguir comprarse ese reloj que tanto deseo, …

Los tres tipos de listados de propósitos deberían tener una coherencia sistémica entre sí.
De no ser así ya empezamos mal. Será mucho más difícil conseguirlos.
Probablemente es que las expectativas no estarán claras
y en ese caso la ambición será más difícil de gestionar adecuadamente.
Por el contrario, si están alineados, la energía que pondremos en juego 
estará al servicio de todos ellos, lo que hará todo más sencillo.

La mala noticia que todos estáis esperando es que
hacer un buen listado de los tres tipos de propósitos no garantiza su consecución.
El verdadero secreto para conseguir que se cumplan o acercarnos a ellos todo lo posible
no está en la intención, aunque es necesaria, no acaba en el sueño.
Los propósitos necesitan de acción.
Es desde la acción desde donde se alcanzan.
Lo siento,
NADA ES GRATIS

O casi nada…, aunque no lo paguemos con dinero.
Se trata de  H A C E R L O.
De empezar a implementar lo soñado, lo planificado.
De convertir la intención en acción. Esta es la clave.

Saber que dos verbos serán fundamentales en este momento:
INICIAR y CONTINUAR.
Los dos pesan por igual.
Para hacer algo hay que empezarlo. Iniciarlo.
Iniciar, verbo sin el cual lo demás no llegará.
Todo, especialmente lo nuevo, necesita ser iniciado.
Pero no acaba ahí… Una vez iniciado llegará lo más complejo:
mantener el esfuerzo. Es decir, tener la capacidad de continuar sin rendirte.
Si sale bien apostando más si cabe por ello.
Y sino levantándote de nuevo y vuelta a empezar.


También es importante tener la inteligencia de abandonar cuando algo está
fuera de las expectativas alcanzables,
o bien cuando el entorno cambió y las expectativas se hicieron inalcanzables.

Y hay que saber que
pasar a la acción es empezar muchas veces.
Si decides viajar camino de un pueblo que está del tuyo a 90 km el primer paso,
el que te hace coger un determinado camino, es el del comienzo.
Si pasas todo un primer día andando, paso a paso, y llegas a recorrer una parte del
camino,
se puedes decir que ya estás en ello, que estás ejecutando lo que empezaste.
Pero cuando te pares a descansar al final del día, todo parará.
Lo que significa que al día siguiente tendrás que volver a empezar.
Cada día así.
Por lo que una buena lección es comprender que debes
continuar empezando cada día hasta que acabes.
Se le llama perseverancia. Y suele ser la mayor catalizadora del éxito.

Así me siento yo en estos primeros diez días del año,
después de unas merecidas vacaciones navideñas.
Empezando, de nuevo, es decir continuando en el camino de mis propósitos.
Sé que no han cambiado, (he repasado el listado),
y sé que tienen el mismo destino, aunque deba empezar de nuevo.

En ello estoy…
Más cargado que nunca de ilusión.
Y dispuesto a poner en juego todo el esfuerzo que requiera para seguir perseverantemente.
Además, sabiendo que la fuente más potente de alegría y felicidad, es


EL CAMINO
EN SI MISMO