Era la hora del aperitivo.
Él llevaba en la bandeja una lata de mejillones, las patatas fritas, las dos cervezas.
Salía a la terraza donde ella le esperaba;
cuando sin darse cuenta tropezó y toda la lata se derramó por el suelo.
El aceite manchó la madera. Sería, ya para siempre, una mancha insalvable.
Automáticamente, como si de un trueno se tratase, estalló su cabeza.
También su boca. Empezó a blasfemar. A maldecirse...
Sus palpitaciones en ese momento superaban las 200 por minuto. 
Entró en crisis nerviosa. No parecía la misma persona.
Gritaba y gritaba. 
Había sido secuestrado por su propio sistema límbico, por sus amígdalas.

¿Tan importate era lo que había pasado?
¿Como para estropear, no sólo la madera, sino el resto del día?

Nadie te puede poner triste.
Nada te puede poner triste.
Nadie te puede poner nervioso.
Nada te puede poner nervioso.
Nadie te puede poner alegre.
Nada te puede poner alegre.
Nadie te puede poner rabioso.
Nada te puede poner rabioso.
Nadie te puede poner feliz.
Nada te puede poner feliz.
Nadie te puede enfadar.
Nada te puede enfadar.

¡Sólo tú puedes!

Ciertas personas en ciertos momentos, ciertas situaciones, te pueden hacer daño.
Pero tu debes elegir cómo enfrentarte a ese daño.

Actuamos como autómatas emocionales.
Dejamos que el entorno, u otras personas, elijan nuestro comportamiento.
Buscamos los culpables de nuestras expresiones y de nuestro sentir fuera de nosotros. 
Cuando lo bonito, porque somos humanos, cargados de razón, 
es que podría ser una elección de cada uno...

Era la hora del aperitivo.
Él llevaba en la bandeja una lata de mejillones, las patatas fritas, las dos cervezas.
Salía a la terraza donde ella le esperaba;
cuando sin darse cuenta tropezó y toda la lata se derramó por el suelo.
El aceite manchó la madera. Sería, ya para siempre, una mancha insalvable.
Automáticamente, como si de un trueno se tratase, estalló su cabeza.
Pero él la controlo. Apagó el trueno. Le quitó importancia.
Penso, uf! ...tendremos que cambiar estas tablas del suelo. 
O no..., y así tendremos un recuerdo para siempre de este fantástico día.
Como no tenían más mejillones, comieron sólo patatas. Bebieron cerveza. 

Y, comentándolo con unos amigos, unas horas más tarde, 
ellos no le entendieron. No comprendían como alguien se puede tomar algo así, tan bien.
Lo normal en esos casos es "pillar un enfado", le dijeron.
Pero él sólo sabía decir, haciendo una mueca con sus labios, 
y con una leve sonrisa:


Recuerda...
TE VAS A  MORIR