¿ Y si empezamos a considerar cada momento de vida como un regalo ?

Luis, era -y es- un joven feliz.
Practicaba el tenis, ahora la natación.
Parecía que tenía todo en su vida: su primera casa,
gran pasión por su trabajo como periodista, la mejor de las familias,
los amigos de siempre y los nuevos, los colegas del master
que estaba cursando por el puro placer de seguir aprendiendo, ...

Pero ese día, ese fatídico día de verano, se quedó sin habla.
Cambió su vida. La puso del revés.
Sufrió un ictus masivo que le incapacitó totalmente.
Se llevó por delante todos sus proyectos que tenía en marcha y todos
los soñados, los personales y los compartidos con su pareja,
con sus amigos, con sus dos niños.
Ya no podía leer, ni andar junto a la orilla del mar, ni empuñar su raqueta de tenis.

Se acabó la rutina cotidiana. Hasta entonces sólo rutinaria.
Desde entonces deseada, añorada.

Ahora sigue cada día un proceso complejo de rehabilitación.
Da gracias por todo, no sólo por seguir vivo, sino por el agua que bebe cuando
tiene sed, por el contacto con la sabana al entrar en la cama cada noche,
por cada una de las sonrisas que le regala alguno de sus hijos,
por tocar la mano de su mujer cuando está sentado en el sillón viendo una pelí,
por poder mirar por la ventana y ver como crece el rosal de su diminuto jardín, ...

¿ Cuáles son y cuáles deberían ser los valores humanos ?

A Luis la experiencia le ha aportado una nueva forma de sentir,
de percibir todo lo que le rodea, de adquirir nuevas capacidades.

¿ Tendría múltiples razones para pensar que lo ocurrido es insuperable ?
¿ Para considerarse un vegetal ?
¿ Para abandonarse ? ¿ Para estar quejándose de lo que ya no es,
de lo que ya no tiene , de lo que ha perdido ?

Luis no se resigna.
Nos da una gran lección cuando nos enseña que se puede cambiar
la resignación por aceptación.
Y que ambos términos, aunque puedan ser apreciados como igual
por muchas personas, no lo son.
La diferencia fundamental tiene que ver con la capacidad que te otorga
la aceptación para seguir disfrutando de los aspectos positivos que te quedan,
de aquellos nuevos que te llegan y de todo lo que la vida seguirá creando para ti.

Por ello Luis, ahora practica la natación a diario, como uno de los
mejores deportes que forman parte de su terapia rehabilitadora.
Empieza a leer, aunque se cansa pronto.
Ha empezado a escuchar música clásica y ópera,
cuando antes jamás lo había hecho. A pedido que le saquen un abono
para el teatro real, no se quiere perder ni un sólo concierto de la próxima temporada,
siempre acompañado de su mujer o de su amigo Mario.
Lo que le permitirá compartir con ellos nuevas experiencias.

Esta semana ha sido su primera en volver a la oficina.
Pero dice tener suerte porque sólo dos horas al día
y no para pasarlas delante de un ordenador.
Tiene un sentido del humor como nunca antes se le había conocido.
Y en su boca siempre se dibuja una gran sonrisa.

Dice a todo el mundo que su felicidad ya no depende tanto de las cosas
que le ocurren sino de cómo se toma todo aquello que le pasa.
Valora mucho más su propia actitud que los sucesos que le acontecen.
Lo cual no le impide encontrarse a si mismo, en muchos momentos,
muy triste por la soledad que le provocan sus recuerdos
y por las renuncias que ha tenido que asumir.

Ya ha empezado a escribir.
Su primera frase:
" Disfrutar de las pequeñas cosas "

Se ha convertido en un maestro de la vida.
Aprendamos ahora la lección de Luis.
Quizás si lo dejamos para más tarde, sea muy tarde...

Aquí te dejo un video que nos ayuda a entender la importancia de las pequeñas cosas.
Son la pequeñas imperfecciones las que nos hacen únicos.