Me atrevo a declarar, con mucho convencimiento, que se puede vivir
Vivimos de
forma muy especial, extraordinaria, cuando ponemos foco en disfrutar
de lo más ordinario, en lo cotidiano.
Se trata de conseguir
encontrarte maravillosamente bien
mientras pones leña en la chimenea, leyendo una
poesía, cocinando un arroz,
calculando un problema de mates, estudiando latín,
saboreando una copa de vino,
paseando junto a la línea de mar en la playa,
moviendo tu esqueleto en un gimnasio,
durmiendo placenteramente una siesta en
cualquier día de invierno,
visitando a un cliente, escribiendo un capítulo de
tu nuevo libro, …
Es decir, se trataría de poner tu mirar, de forma consciente,
en el detalle de lo más
básico.
En eso que te hace sentirte
feliz.
Puede que no sepas definir la
felicidad. Realmente no importa.
Pero seguro que sabes muy
bien cuando te sientes feliz y cuando no.
La vida se vive de tres
maneras, y las tres son necesarias.
Una la que corresponde al
cerebro calculador, otra al cerebro artístico
y la última la que vive en el
puente que une ambos.
La cara calculadora da origen
a la ciencia, a la política, a los negocios, …
La cara artística se encarga
de la poesía, de la música, de la escultura y pintura, …
La cara puente es la que hace
que las otras dos valgan mucho más.
Esta última hace que la cara
calculadora y la artística no vivan en posiciones extremas
para no empobrecemos tremendamente, para no desequilibrarnos.
La ciencia nos habla de dos
hemisferios cerebrales con funciones diferentes.
Uno, el derecho, donde habita
mucho más la vida artística.
Otro, el izquierdo, en el que
reside con plenitud la vida más política, más calculadora.
También la ciencia nos enseña
que la vida más divertida, la más creativa,
la que necesita jugar con el
conocimientos artístico y, a su vez, con el calculador,
vive en el “puente” entre ambas. Lo llaman lóbulo prefrontal.
Vivir extraordinariamente es
más fácil si te sitúas con frecuencia en el puente
que une la vida calculadora y la vida artística.
Luchar por estar residiendo
sólo en una de las caras, fuere cual fuere,
parecería que es más
incómodo, menos funcional, menos inteligente,
menos humano, menos productivo, menos feliz.
Igual que en tu mente, fuera
de ti también hay tres vidas:
Una de ellas es la que corresponde al mundo
de los objetos
La otra la que corresponde al mundo de las personas.
Y una más...
En la primera están tu casa,
tu cuenta bancaria, tu moto, tu toalla, …
En la segunda localizarás a
tus amigos, a tu pareja, a tus hijos, a tus alumnos,
a tu tio y a tu prima, …
Con tus objetos puedes usar
tu mente calculadora.
No les dañarás nunca.
Con tus relaciones personales
mejor si utilizas la mente artística.
No desprecies en la relación con
las personas usar la mente poética,
sea en su totalidad o parcialmente. De lo contrario les tratarás
como objetos.
Tratarías a tus alumnos, a tu
pareja, a tus hijos, …, como si de un mueble se tratara.
Los objetos son un medio. Los
usamos.
Las personas somos un fin. El
fin no se puede usar. Se vive.
El ser humano consciente es
posible que tenga en esta tercera dimensión que hemos calificado de puente el centro
de equilibrio vital.
Ahí estaría la tercera vida. Algunos así lo creen.
Y así nos lo enseñan, desde
la filosofía, desde la religión,
desde la espiritualidad en todas sus formas.
Se trataría del lugar donde
habita la no mente.
Donde vive la mística.
Y donde se accede a través de la
consciencia, con la meditación.
Se trataría de ese lugar donde se supera el poder de los
objetos
y el de la propia persona.
Por lo que el ser humano estaría formado por una capa,
la más
superficial, de vida calculadora,
otra más interior artística,
y una tercera, la más profunda, puente entre ambas, mística.
Esta última es la que nos
haría más humanos.
En la India le llaman el trimurti.
El origen de la palabra está
en que así se llama al lugar en el que confluyen tres ríos.
Representa, simbólicamente,
el punto de encuentro de nuestras tres mentes.
En esta tercera nos dicen que vive Buda.
Ahí nos dicen que está el
paraíso.
Hasta ahí te acerca la
meditación, la oración.
Otros le llaman las tres inteligencias: cognitiva, emocional y espiritual.
Quizás cuando confluyen la
vida calculada, la artística
y la mística nos convertimos en dios.
Quizás es ese el momento en el
que todo fluye.
Quizás es el lugar donde eres
más feliz.
Quizás en esos instantes
brotas, floreces.
Quizás en esos destellos la
mente es más creativa. La vida es más completa.
Quizás en ese estado aparezca
el equilibrio más deseado.
Quizás esta sea la vida más
saludable.
Por ello, los que sólo meditan,
creyéndose únicos,
están muertos en vida.
Los que sólo hacen números,
creyéndose con mayor intelecto,
están muertos en vida.
Y los que sólo aman el arte, creyéndose el
centro de universo,
están muertos en vida.
Todos los personajes necesitan
las tres vidas.
Vivir bajo el ritmo de los
opuestos es lo que nos hace más fuertes.
El verano necesita al
invierno, a la primavera y al otoño.
El lunes necesita los otros
seis días de la semana.
Y el Fa musical necesita al
Do y al resto de notas para llegar a ser música.
Cuando vivimos
extraordinariamente cada instante,
en lo más cotidiano de cada día, desde el
poder del presente consciente,
es decir, al poner la leña en la chimenea o cuando leemos
una poesía,
cuando compartimos un vino o una mirada llena de fantasía,
cuando paseamos junto al mar, cuando hacemos el amor …,
estamos
haciendo uso de las tres dimensiones de la mente.
Y es cuando el ser humano se
siente en estado de fluidez máxima.
Si puedes y si así lo quieres, vive sin olvidar ninguna de
las
TRES MIRADAS