Le preocupaba tanto el uso de su tiempo
que nunca tuvo
tiempo
para ponerse un nombre
por eso se llamó
"Conejo Blanco"
Hay semanas muy
productivas, llenas de aprendizajes.
Días en los que por
vivir muy atento a todo, muy consciente,
te llegan cientos de
mensajes, paisajes desde los que puedes llenarte de sabiduría.
Lo cotidiano se
transforma en único por un momento.
Lo básico te recuerda
lo que no se debe olvidar.
Momentos en los que
la vida te lo presenta de forma diferente,
rompiendo con lo
natural y haciendo que lo ya sabido vuelva de nuevo a tu mente.
Días en los que
refuerzas lo ya sabido.
Días en los que te
enseñan lo desconocido.
Esta semana ha tenido
muchos de estos momentos.
Tres de ellos quiero
compartirlos aquí a modo de tres cortos cuentos.
El sembrador de dátiles
En un oasis escondido
entre los más lejanos paisajes del desierto, vivía el viejo Eliahu.
Estaba de rodillas,
al lado de las palmeras datileras.
Su vecino Hakim, el
acaudalado mercader, se detuvo en el oasis a abrevar
sus camellos
cuando vio a Eliahu transpirando, mientras
parecía cavar en la arena.
- ¿Qué tal anciano?
La paz sea contigo
– Contigo, … contestó
Eliahu sin dejar su tarea.
- ¿Qué haces aquí,
con esta temperatura y con esa pala en las manos?
- Siembro,
...contestó el viejo.
- ¿Qué siembras aqui,
Eliahu?
- Dátiles,
...respondió Eliahu mientras señalaba a su alrededor el palmar.
- -- ¿Dátiles? … repitió el recién
llegado,
mientras cerraba los ojos como quien escucha la mayor
estupidez.
-
El calor te ha dañado el cerebro,
querido amigo.
Ven, deja esa tarea y vamos a la tienda a beber una
copa de licor.
– No, debo terminar
la siembra. Luego si quieres, beberemos…
- Dime, amigo: ¿cuántos
años tienes?
- No sé… sesenta,
setenta, ochenta, no sé…, lo he olvidado…,
pero eso, ¿qué
importa?
- Mira, amigo, los datileros tardan
más de cincuenta años en crecer
- y después de ser palmeras
adultas están en condiciones de dar
frutos.
Yo no estoy
deseándote el mal y lo sabes, ojalá vivas hasta los ciento cincuenta años,
pero
tú sabes que difícilmente podrás llegar a cosechar algo de lo
que hoy estás sembrando.
Deja eso y ven
conmigo.
- Mira, Hakim, yo
comí los dátiles que otro sembró,
otro que tampoco soñó con probar esos
dátiles.
Yo
siembro hoy, para que otros puedan comer mañana los dátiles
que hoy planto… Y aunque sólo fuera en honor de aquel desconocido,
vale la pena terminar mi tarea.
- Me has dado una
gran lección, Eliahu, déjame que te pague
con una bolsa de monedas esta enseñanza que hoy me diste,
… diciendo
esto, Hakim le puso en la mano al viejo una bolsa de cuero.
- Te agradezco tus
monedas, amigo.
Ya ves, a veces pasa
esto: tu me pronosticabas que no llegaría
a
cosechar lo que sembrara.
Parecía cierto y sin
embargo, mira, todavía no termino de sembrar
y ya coseché una bolsa de
monedas y la gratitud de un amigo.
Está claro:
DAR
es
RECIBIR
¿Tú qué harías?
El 14 de Octubre de 1998, en un
vuelo trasatlántico de la línea aérea British Airways
tuvo lugar el siguiente suceso.
A una dama la
sentaron en el avión al lado de un hombre de raza negra.
La mujer pidió a la azafata que la cambiara de sitio porque ella no
podía sentarse al lado
de una persona tan
desagradable.
La azafata argumentó
que el vuelo estaba muy lleno, pero que iría a revisar a primera clase
a ver por si acaso
podría encontrar algún lugar libre.
Todos los demás
pasajeros observaron la escena con disgusto, no solo por el hecho en sí,
sino por la
posibilidad de que hubiera un sitio para la mujer en primera clase.
La
señora se sentía feliz y hasta triunfadora porque la iban a quitar de ese
sitio
y
ya no estaría cerca de aquella persona.
Minutos más tarde
regresó la azafata y le informó a la señora:
“Discúlpeme señora,
efectivamente todo el vuelo está lleno…,
pero afortunadamente
encontré un lugar vacío en primera clase.
Sin embargo, para
poder hacer este tipo de cambios le tuve que pedir autorización al
comandante.
Él me indicó que no
se podía obligar a nadie a viajar al lado de una persona tan desagradable”.
La señora con cara de
triunfo, intentó salir de su asiento,
pero la azafata en ese momento le dijo al hombre de raza negra:
“¿Señor, sería usted tan amable de acompañarme a su nuevo
asiento?”.
Todos los pasajeros del avión se pararon y ovacionaron la acción
de la azafata.
Ese año, la azafata y el capitán fueron premiados y gracias a esa
actitud,
la empresa British Airways se dio cuenta
que no le había dado demasiada importancia
a la capacitación
de su personal en el área de atención al cliente,
la empresa hizo cambios de inmediato; desde ese momento en todas
las oficinas de British Airways se lee el siguiente mensaje:
“Las personas pueden olvidar lo que les dijiste,
las personas pueden
olvidar lo que les hiciste,
pero nunca olvidarán cómo les hiciste sentir.”
Parecería que
LOS
PREJUICIOS
GENERAN
MALOS RESULTADOS
PARA UNO MISMO
Depende de la forma
Un Sultán soñó que
había perdido todos los dientes.
Después de despertar, mandó llamar a un Sabio para que interpretase su
sueño.
- ¡Qué desgracia Mi Señor!, exclamó el
Sabio.
Cada diente caído representa la pérdida de un
pariente de Vuestra Majestad.
-¡Qué insolencia!, gritó el Sultán
enfurecido.
¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa?
¡Fuera de aquí!
Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.
Más tarde ordenó que le trajesen a otro Sabio y le contó lo que
había soñado.
Éste,
después de escuchar al Sultán con atención, le dijo:
-¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido
reservada.
El sueño significa que sobrevivirás a todos vuestros parientes.
Se iluminó el semblante del Sultán con una gran sonrisa
y ordenó que le
dieran cien monedas de oro.
Cuando éste salía del
Palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado:
-¡No es posible!
La interpretación que habéis hecho de los
sueños es la misma que el primer Sabio.
No
entiendo por qué al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas
de oro.
-Recuerda bien amigo mío, respondió el
segundo Sabio,
que
todo depende de la forma en el decir.
De la comunicación
depende, muchas veces,
la felicidad o la
desgracia, la paz o la guerra.
Que
la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda,
pero la forma con que
debe ser comunicada es lo que provoca,
en algunos casos,
grandes problemas.
La verdad puede ser
una piedra preciosa.
Ahora bien, si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede
herir.
Sin embargo, si la
envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos
con ternura
ciertamente será aceptada con agrado.
Que interesante es el cuidar
CÓMO
decimos
lo que
decimos