Del mismo modo que todo refrán suele tener su contra-refrán (“a quien madruga Dios le ayuda” vs. “no por mucho madrugar amanece más temprano”, como muestra de ello), en el mundo empresarial abundan las teorías que en apariencia resultan contradictorias e incluso excluyentes.

Por ejemplo, a la hora de tomar decisiones empresariales es habitual poner en valor la aportación de una perspectiva externa como contrapunto crítico y necesario a la del directivo o ejecutivo perteneciente al proyecto o a la empresa, seguramente demasiado implicado desde un punto de vista emocional con el día a día de la compañía como para tener una visión objetiva de lo que es lo mejor para ella. Pero, en paralelo a ese discurso, también es de lugar común afirmar que las mejores decisiones son aquellas que surgen directamente de la intuición, el talento y el coraje de los empresarios, ejecutivos o directivos de raza, aquellos que pasan el día a día metidos en harina… Entonces, ¿en qué quedamos? ¿Le buscamos ayuda externa al líder empresarial en su proceso de mejora y en su toma de decisiones, o confiamos ciegamente en su buen criterio para acertar con el rumbo que debe tomar su compañía? En mi experiencia, es perfectamente posible conjugar estas dos formulaciones aparentemente opuestas.

La manera de hacerlo: a través del coaching ejecutivo estratégico “on the job”.

El coaching ejecutivo estratégico “on the job” es un tipo de acompañamiento, a mí me gusta llamarle entrenamiento empresarial, cuyo objetivo es ayudar a los directivos y ejecutivos a alcanzar sus metas profesionales, relacionadas con los proyectos que realmente llevan en mano en ese momento, con propuestas concretas, de ahí el apellido “on the job”.  Y también la denominación de “estratégico”, para enfatizar el hecho de que no se trata únicamente de guiar a los coachees hasta el “¡Eureka, lo encontré!”, para luego hacer un elegante mutis por el foro y dejar que sean ellos quienes completen la materialización, sino que el coach ejecutivo estratégico cruza junto a ellos la frontera de los planteamientos teóricos para ayudarles a trasladar las ideas, las intenciones, a la elaboración del road map, el plan de acción, su seguimiento, kpi, s de medida, etc.

Pero no nos apresuremos, porque antes de llegar hasta ese punto hay mucho trabajo previo que realizar. En el coaching ejecutivo estratégico “on the job” es fundamental que exista una química adecuada entre coach y coachee. Así que las primeras fases de ese proceso deben destinarse al mutuo conocimiento y a crear y estrechar ese vínculo. Ambos protagonistas deben fijar muy bien cuál es ese punto cero del que parten para, desde ahí, adentrarse juntos en la aventura de la mejora profesional o toma de decisiones requerida.

El siguiente paso es determinar, consistirá en saber cuáles son esas metas o propósitos que se quieren alcanzar. Algo que, por sorprendente que pueda parecer, muchas veces no está nada claro de inicio. Una de las misiones del coach estratega es precisamente ayudar a dar forma a esa formulación objetivos, para lo cual tendrá que someter al coachee a una serie de desafíos, cuestionarios y otras técnicas de apreciación y descubrimiento que permitan a ese directivo o ejecutivo plantearse las cosas de un modo desacostumbrado y comenzar a vislumbrar los llamados “end points” -metas finales-, en el horizonte.

No se tratará de un camino de rosas. De hecho, estará repleto de dificultades, de espinas, lo cual suele ser un elemento definitivo de asegurar que en ese caso se necesita un entrenador que acompañe en el proceso. Las dificultades para conseguirlo suelen hacer que el proceso de acompañamiento sea más atractivo.

También es verdad que, en otros casos, esto mismo hace que el proceso se encuentra con un fuerte rechazo de inicio; especialmente en casos en los que el proceso de coaching ha sido impuesto por un superior, es una “ocurrencia” del departamento de Recursos Humanos o se trata, en cualquier caso, de algo que no ha sido elegido ni solicitado por su destinatario final.

En otras ocasiones, el problema viene por la actitud opuesta. El coachee tiene tanta fe en el proceso que lo aborda como si se tratara de un elixir mágico capaz de obrar milagros en un abrir y cerrar de ojos. Algo que nunca es así. El entrenamiento requiere de horas de trabajo, y no de milagros venidos de fuera de la organización.

Ni una cosa, ni la otra, el coach ejecutivo estratégico, especialmente bajo el modelo “on the job”,  lo que hace es ayudar al directivo a adquirir conciencia de lo que debe cambiar y facilitarle los medios para que comience a hacerlo. Se trata de un proceso complejo, que lleva sus tiempos y que requiere de una fuerte implicación de ambas partes, además de un acompañamiento por un profesional perfectamente preparado para ello.

No creo que cualquier coach, especialmente los que provienen del desarrollo personal, esté preparado para llevar a cabo ciertos proceso complejos referentes a organizaciones, equipos profesionales, management, procesos de cambio organizativo, modelos innovativos, y un largo etcétera.

En ese sentido, una de las grandes ventajas del coaching ejecutivo estratégico “on the job”, en la modalidad que llevamos a cabo desde Think&Action es el grupo de entrenadores -business trainers- profesionales que llevamos a cabo los procesos que nos encargan, con muchos años de experiencia en el mundo de los negocios.

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